Parece que caminamos hacia un mundo desmaterializado. Los cambios en nuestra forma de actuar son la auténtica fuerza que mueve la desmaterialización. Las y los consumidores modificamos nuestros comportamientos y las empresas evolucionan su forma de producir y prestar servicios, entrando en juego factores como eficiencia, sostenibilidad o la digitalización.
En Occidente probablemente hemos llegado al límite de lo que necesitamos”1, decía Steve Howard, Director de Sostenibilidad de Ikea el año pasado. Seguramente es una afirmación un tanto extrema, pero da pistas sobre una realidad cada vez más presente: el concepto de propiedad de los próximos 20 años no tendrá nada que ver con el de los pasados 100 años.
Parece que caminamos hacia un mundo desmaterializado. La demanda de recursos, especialmente en las economías desarrolladas, parece haberse congelado. Algunas economías utilizan menos recursos, incluso en periodos de crecimiento. En la Unión Europea, en el periodo de recuperación económica entre 2009 y 2016, el consumo de materiales no solo ha crecido por debajo del crecimiento del PIB, sino que se ha reducido2.
Quizás estemos dando los primeros pasos para alcanzar el sueño del desacoplamiento entre crecimiento y recursos que no todos creen posible3. En cualquier caso, decodificar la desmaterialización nos lleva mucho más allá de cifras que siempre pueden tener dobles lecturas. Nos conduce a hablar de un delicado equilibrio entre fuentes de oportunidades que las empresas deben gestionar: eficiencia, sostenibilidad, digitalización, tecnología y cambios en los hábitos de consumo.
Eficiencia
El incremento de productividad es un hecho que acompaña al crecimiento económico desde que existen registros, y es uno de los factores clave en la desmaterialización. Entre 1980 y 2010 la productividad en relación al consumo de materiales ha subido de 1 dólar/kg en 2005 a 1,8 dólares/Kg en la actualidad. En 2015 los países de la OCDE generaban un 50% más de valor económico por cada unidad de recursos materiales que en 1990, y un 30% más que en 20004.
Las mejoras en diseños, procesos, tecnologías y capacidad de gestión han incrementado dramáticamente la eficiencia en todos los sectores. Como ejemplo, en los últimos 30 años el material necesario para construir un ordenador con 250.000 veces más de capacidad de procesamiento ha decrecido un 68%. Sin embargo, mantener la productividad como eje tractor de la desmaterialización requiere compañías en la frontera del conocimiento. Estudios recientes indican que las denominadas “empresas frontera” (el 5% de las más productivas en cada industria), son 4 o 5 veces más productivas que el resto en términos MFP5, y la diferencia crece a 10 veces en términos de productividad de mano de obra6. Y sigue aumentado.
Sostenibilidad
Los acuerdos de la cumbre de París suponen un nuevo paso en el tratamiento de las emisiones de CO2. La creciente concienciación y las nuevas regulaciones hacen que la sostenibilidad influya decisivamente en la desmaterialización a nivel global. Adoptar la sostenibilidad como parte de la estrategia empresarial tiene, además, un claro impacto positivo en los resultados de las empresas. Entre 2006 y 2010, las 100 empresas más sostenibles del mundo experimentaron crecimientos en ventas, retorno de inversión y beneficios significativamente superiores a otras empresas equivalentes. Además, estas empresas desarrollan una mejor gestión de riesgos, impulsan su innovación, fidelizan clientes, y su plantilla está más comprometida con la empresa7.
Por otra parte, a medida que las economías se desarrollan, evolucionan hacia industrias de fabricación menos intensivas en medios materiales y crece la demanda de servicios en detrimento de los bienes de consumo. Las economías más intensivas en servicios reducen a la vez su dependencia de los productos y su tasa de emisiones. Tanto la incorporación de criterios de sostenibilidad, como la evolución hacia actividades de servicios aportan ventajas competitivas vinculadas al proceso de desmaterialización.
Tecnología
La tecnología está en el centro mismo de la desmaterialización. Quizás el ejemplo más cercano sea un smartphone, que puede reemplazar la función de múltiples dispositivos: teléfonos, cámaras, relojes, calendarios, mapas, prensa, etc. La impresión 3D promete reemplazar medios de producción más intensivos en materiales y acercar la fabricación al usuario final. Siemens afirma que esta tecnología es un “game changer”, que facilita disminuir en un 30% la emisión de gases de efecto invernadero, reducir el 63% de los recursos utilizados y acortar los tiempos de acceso al mercado en un 75%8.
La búsqueda permanente de nuevos materiales, de energías más eficientes, de procesos de fabricación innovadores tiene una base fundamentalmente tecnológica. Casos como el grafeno, cinco veces más ligero que el aluminio y 200 veces más resistente que el acero, auguran una revolución de la fabricación a nivel global.
Aunque quizás las tecnologías más revolucionarias sean las que desaparecen ante nuestros ojos, aquellas que pasan a formar parte de nuestro día a día. La tecnología es la impulsora básica de la digitalización. La aparición de nuevos dispositivos ha hecho accesible la conectividad a nivel global. Recopilar y utilizar datos es más fácil que nunca en la historia. ¿Qué nos traerá la realidad virtual?
Digitalización
La digitalización es, sin duda, uno de los factores más frecuentemente identificados con la desmaterialización. Literalmente, ha provocado la desaparición de bienes a los que estábamos habituados hasta hace unos pocos años, y es el vehículo de transformaciones radicales.
La producción mundial de papel ha comenzado a descender por primera vez en la historia, a pesar de que cada año la información generada se incrementa en un 50% y se publican más de un millón de nuevos libros9. La venta de discos y cintas de vídeo prácticamente ha desaparecido ante el streaming, y hay formatos de entretenimiento que sólo existen en el mundo digital.
La digitalización ha transformado incluso el concepto de propiedad. Estamos habituados a que los artículos se compran, prestan, reparan, modifican, venden, desechan o reciclan con entera libertad por parte de quienes los poseen. Sin embargo, la digitalización ha cambiado las reglas sin que seamos conscientes. Los libros digitales que adquirimos realmente son propiedad de Amazon, Tesla no permite a sus clientes utilizar sus vehículos en redes de uso compartido, el software de los teléfonos móviles es propiedad del proveedor que tiene derecho a acceder a la información del equipo, o el robot aspirador de nuestra casa recopila información para su fabricante.
Incluso el dinero, habitualmente conservador, parece estar en la antesala de una nueva revolución. Fueron necesarios siglos para dar el salto del dinero que pasa de mano en mano al dinero que pasa de cuenta en cuenta. Sin embargo, solamente han hecho falta dos décadas para pasar al pago con sistemas electrónicos, el pago con móviles o los sistemas de pago biométricos. La irrupción del Bitcoin y otras monedas digitales supone el paso definitivo en la desmaterialización del dinero.
Es un camino sin retorno. Se espera que la demanda de espacio de almacenamiento de datos sea en 2020 de 43.000 exabytes, lo que supone multiplicar por cuatro la demanda de 201610. Pero sobre todo, la digitalización está en el centro de la revolución de la información. La posibilidad de obtener, procesar y analizar millones de datos, crear nuevos negocios que podemos considerar “nativos desmaterializados”. Pasamos de la información virtual al servicio virtual.
Comportamiento
Por último, los cambios en nuestra forma de actuar son la auténtica fuerza que mueve la desmaterialización. Las y los consumidores modificamos nuestros comportamientos y las empresas evolucionan su forma de producir y prestar servicios.
La economía colaborativa es un ejemplo de la combinación de todos estos factores: eficiencia, sostenibilidad, tecnología y digitalización. Podemos convertirnos en familias de cero-vehículos gracias a plataformas como Uber, Lyft, o CarGo, intercambiar viviendas a través de homeforhome, o couchsurfing, realizar préstamos entre particulares y crowfunding en Kickstarter, Crowdfunder, o Lending Club, vender (o alquilar) de ropa en Poshmark, thredUP, Le Tote, o artículos de segunda mano en eBay.
El reto al que nos enfrentamos es atender las necesidades de diez mil millones de personas en un mundo de recursos limitados. Podemos creer o no que la desmaterialización es ya una realidad, pero es indudable que es una necesidad.
¿Queremos hacer algo para acelerarla?
1 In the west we have probably hit ‘peak stuff’”.
2 Eurostat (2017). Material flow accounts and resource productivity. http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/Material flow accounts and resource productivity. Obtenido en Enero 2018.
3 Ward, James D. et al. “Is Decoupling GDP Growth from Environmental Impact Possible?” Ed. Daniel E. Naya. PLoS ONE 11.10 (2016): e0164733. PMC. Web. 13 Jan. 2018.
4 OECD (2015). Material resources, productivity and environment. OCDE Green Growth Studies. OECD Publishing, Paris.
5 Multi-factor productivity (MFP): mide el crecimiento en base a la combinación de horas totales, capacitación de la mano de obra, maquinaria infraestructuras y capital TIC.
6 OECD (2015). The Future of Productivity. OECD Publishing, Paris.7 Harbard Business Review (2016). The Comprehensive Business Case for Sustainability.
8 Mike Schott (25 Enero 2017). 3D Printing Will Change The Way We Make Things And Design Them In 2017. Forbes.
9 Adrian Rollins. (01 Junio 2016). Living in a dematerialised world: The slowing growth of resources. Intheblack.
10 Statista. Data storage supply and demand worldwide, from 2009 to 2020. Obtenido Enero 2018 exabyte = 1.000 millones de gigabytes.
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