Una forma de lograr la noble aspiración de hacer que nuestra presencia mejore el ecosistema en el que habitamos es involucrándonos en la transformación de la cultura: en hacer más respirable el aire que se respira a nuestro alrededor. Una cultura sana se convierte en una poderosa maquinaria de refuerzo de conductas inteligentes que a la vez generan buenos hábitos en las personas; eso que siempre se ha denominado como virtudes. Nos gusta decir que la cultura es la estrategia, ya que es el factor más influyente en su ejecución. Mejorando la cultura hacemos estrategia. Hacemos historia. Hacemos personas.
La cultura de una empresa es el aire que se respira en ella. Ese “aire” condiciona de manera poderosa los comportamientos que se acaban desplegando dentro de la misma. La cultura son los comportamientos habituales que se dan en el seno de una organización. El rango de comportamientos de una misma persona es muy amplio. La misma persona puede ser heroica o abyecta, y lo mismo, en versión exponencial, ocurre en un ecosistema de personas. Las empresas no dejan de ser ecosistemas y su funcionalidad viene condicionada, no solo por la calidad de sus partes, sino, sobre todo, por la calidad de las relaciones entre las partes.
Las conductas, en principio, son fruto de la libertad personal, pero todos somos conscientes del papel que tienen en esa “libre” elección los sistemas de refuerzo de la conducta o las gratificaciones positivas o negativas que recibimos por nuestras acciones.
La cultura y el sistema de incentivos económicos son los dos mecanismos “externos” de refuerzo de la conducta más poderosos en las empresas. También hay mecanismos internos, que pueden llegar a ser aún más importantes que los externos: hablamos de la conciencia individual. La conciencia es un sentido del deber hacia uno mismo y hacia a los demás, basado en la empatía, en creencias valiosas. Una conciencia bien estructurada y con buen contenido de creencias es un gran impulsor de conductas y culturas brillantes.
Hacer que la presencia de uno haga mejor a los demás ha sido siempre la señal de identidad de los líderes que sueñan con dejar sus empresas mejor de como las encontraron. Hacer mejores a los demás provoca una mejora de las relaciones con las otras partes del ecosistema. Una forma de lograr la noble aspiración de hacer que nuestra presencia mejore el ecosistema en el que habitamos es involucrándonos en la transformación de la cultura: en hacer más respirable el aire que se respira a nuestro alrededor. Una cultura sana se convierte en una poderosa maquinaria de refuerzo de conductas inteligentes que a la vez generan buenos hábitos en las personas; eso que siempre se ha denominado como virtudes. Los hábitos buenos se dan en los planos de la conducta, pero también en los planos cognitivos y emocionales. Una cultura sana fomenta mejores formas de pensar, de sentir y de actuar. En definitiva, una buena cultura hace mejores a las personas que respiramos ese aire y posibilita la mejora de nuestras relaciones. Como directivos, daríamos señales de tener madera de líderes si nos involucráramos en mejorar la cultura del lugar en el que trabajamos.
Para ello puede que nos sean útiles los siguientes diez consejos:
- Ten un propósito noble como persona, referido a ti, a tu travesía por la vida. Dale un sentido poderoso a tu vida. Ten razones de peso para sortear aquellas gratificaciones de corto plazo que no estén alineadas con tu propósito o las que puedan tener consecuencias negativas en el futuro.
- Involúcrate en que tu empresa tenga un propósito ilusionante, movilizador. Proporciona a tu gente razones para creer en el futuro y para tener esperanza en el bien que entre todos se puede realizar. No te límites a darles tareas para realizar.
- Mejora tus hábitos: cuida tu energía física, intelectual, emocional y espiritual. La renovación de la energía ha de ser superior a su desgaste. El ejemplo arrastra.
- Agenda conversaciones pendientes con tu equipo y tu familia. Las conversaciones son el mejor instrumento para mejorar relaciones. Una buena conversación implica escuchar y hacer preguntas certeras. Proporcionar feedback a través de una buena conversación no tiene precio.
- No convivas con el cinismo. El cinismo es el resultado de las malas relaciones y de la falta de sinceridad. El cinismo casi ni se ve ni se oye, pero debilita el ecosistema en el que se trabaja o se vive. Construye relaciones de confianza y respeto. Genera espacios donde existe seguridad psicológica para poder hablar con sinceridad.
- Sana tus heridas emocionales y ayuda a que los demás sanen las suyas. Aprende a hacer duelo para borrar heridas. Todo lo que nos ata al pasado nos quita futuro. El resentimiento es tóxico.
- Incorpora más valores y mejores “reglas de decisión” a tu forma de pensar. Lee biografías y ve películas de personajes que te inspiren. Aprende de sus experiencias. Enseña con el ejemplo el valor de los valores.
- Genera una narrativa que describa tu travesía en la vida. Mete épica, estética y ética a tu relato. Siete años es un ciclo y un capítulo de dicho relato. Ponle un titular al ciclo actual. Anticipa tu siguiente ciclo. Prepárate para que sea mejor que el actual.
- Trata a los demás no como son, sino como podrían llegar a ser. Tus expectativas influyen en las expectativas que el resto tiene de sí mismos.
- Fomenta la exigencia, la auto disciplina, el espíritu de servicio y la confianza mutua en tu círculo de influencia. Una cultura con estas características hace que las personas estemos más predispuestas a ser proactivas y comprometidas.
Nos gusta decir que la cultura es la estrategia, ya que es el factor más influyente en su ejecución. Mejorando la cultura hacemos estrategia. Hacemos historia. Hacemos personas.
Todos aquellos directivos que os involucréis en la transformación cultural os merecéis el mejor reconocimiento de la sociedad. Y, sobre todo, el de quienes vais a posibilitar ser mejores profesionales y personas.
Escrito por Luis Huete, Profesor IESE Business School.
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