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Tecnología, Estrategia y personas. ¿Un nuevo renacimiento?

De la misma forma que en el Renacimiento en los siglos XV y XVI, las ciudades se convirtieron en centros de renovación artística, científica y, en último término, de las costumbres e ideas de toda la sociedad, en el siglo XXI, las empresas deberán convertirse en centros de renovación creativa, tecnológica, productiva y de interacción social. Las empresas deberán apostar por las personas, para que sean competentes en un amplio rango de habilidades y áreas de conocimiento, y para que tengan unos valores que inciten a realizar grandes hazañas.

Hablamos de revolución científica y tecnológica; históricamente, ambas han venido acompañadas de cambios sociales profundos, de transformaciones en todos los ámbitos. En el mundo empresarial, ¿estamos a las puertas de un cambio de esta naturaleza? Creo que sí. Estoy convencida de que el nuevo escenario al que nos asomamos es propio del Renacimiento Empresarial, un tiempo en el que cobrarán mayor importancia las personas con conocimientos en múltiples ámbitos; hombres y mujeres del Renacimiento que serán capaces de comprender el complejo mundo que les rodea, y que contarán con optimismo y pasión para luchar por grandes logros.

Recientemente tuve el placer de escuchar a un directivo de una empresa industrial vasca sus reflexiones en torno a la nueva revolución industrial 4.0. En un foro de debate sobre los retos y oportunidades de las nuevas tecnologías para las empresas, destacó la importancia de avanzar en tres ámbitos: tecnología, modelo de negocio y personas. Decía, además, que el de las personas es el más complejo y relevante de todos ellos.

Cuando hablamos de tecnologías, las empresas deben elegir en qué áreas van a centrar sus esfuerzos de I+D+i, en qué pretenden diferenciarse en el futuro y con qué expertos en otras áreas tecnológicas de interés van a colaborar. Se trata de desarrollar una estrategia de especialización tecnológica, que contemple los objetivos de generación de conocimiento, así como los recursos internos y alianzas con agentes externos que sean más adecuados.

Además de decidir por qué nuevas tecnologías va a apostar la empresa en el futuro, es fundamental elegir qué negocios va a desarrollar alrededor de dichas tecnologías, a qué mercados y segmentos de clientes se va a dirigir, cuáles van a ser las nuevas soluciones que va a ofrecer y cómo (con qué modelo de negocio). Se trata de desarrollar una estrategia de negocio que sea coherente en todos sus elementos, rentable y diferente. Una estrategia que parta de las capacidades de la empresa, que contemple las sinergias entre los negocios actuales y los nuevos negocios, y que se construya en torno a una visión de lo que la empresa desea ser en el futuro.

Nada de esto es sencillo, por supuesto. Con todo, seguramente el reto más importante y difícil para las empresas en el futuro va a ser contar con personas preparadas y motivadas para desarrollar las nuevas tecnologías e implementar los nuevos modelos de negocio que se decidan abordar. Se trata en este caso de desarrollar una estrategia de personas que permita a la empresa contar con los recursos más valiosos y difíciles de imitar. ¿Cómo serán las personas que requerirá la empresa para triunfar en el futuro? ¿Qué características o capacidades serán las más importantes? ¿Cómo atraerlas a la empresa, cómo retenerlas, cómo conseguir que se sientan partícipes de un proyecto compartido?

Para tratar de dar respuesta a estas preguntas, me gustaría recordar un comentario que escuché en una reunión del Consejo de Administración de una empresa industrial y que me llamó la atención: «para que la empresa vaya bien, ya no basta con ser ingeniero, además hay que ser abogado». El consejero en cuestión se refería a las cada vez mayores dificultades que se encuentran las empresas industriales a la hora de negociar contratos con sus clientes y proveedores, donde la «letra pequeña de las cláusulas del contrato» es cada vez más relevante, tanto o más que las características técnicas de la máquina o el producto que fabrican. Yo añadiría que además de ingeniero y abogada, también hay que ser antropólogo, economista, informática, comercial, diseñador, psicóloga, etc. Por eso creo que las empresas del futuro requerirán personas «renacentistas», con conocimientos muy variados, con una enorme curiosidad por descubrir e interpretar lo que ocurre en su entorno, y muchas ganas de crear nuevos conocimientos y soluciones que resuelvan los problemas de sus clientes.

De la misma forma que en el Renacimiento en los siglos XV y XVI, las ciudades se convirtieron en centros de renovación artística, científica y, en último término, de las costumbres e ideas de toda la sociedad, en el siglo XXI, las empresas deberán convertirse en centros de renovación creativa, científica, productiva y de interacción social. De la misma forma que en el renacimiento la fe en el ser humano y el optimismo se impuso al pesimismo y milenarismo medievales, en el futuro, las empresas deberán apostar por las personas, para que sean competentes en un amplio rango de habilidades y áreas de conocimiento, y para que tengan unos valores que inciten a realizar grandes hazañas.

Viene al hilo la reflexión «renacentista» del escritor de ciencia ficción estadounidense Robert Anson Heinlein: «Un ser humano debería ser capaz de cambiar un pañal, planear una invasión, despiezar un cerdo, navegar, diseñar un edificio, redactar un soneto, hacer un balance de cuentas, construir un muro, colocar un hueso roto, reconfortar a un moribundo, recibir órdenes, dar órdenes, colaborar, actuar en solitario, resolver ecuaciones, analizar un nuevo problema, abonar la tierra, programar un ordenador, cocinar un buen plato, pelear con eficiencia y morir con elegancia. La especialización es para los insectos».

La elección es clara. Si no quieres ser un insecto, apuesta por ser un experto en aquello que te apasiona, y complementa tus capacidades con otras áreas del saber.

En el ámbito empresarial la elección también es clara, y el reto de este «nuevo renacimiento» aún más complejo. Resulta fundamental en primer lugar comprender qué conocimientos, capacidades y conexiones de valor tenemos, tanto las que estamos aprovechando hoy en día como las que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra historia como empresa. Deberemos identificar también las oportunidades de crecimiento que estos conocimientos y capacidades nos ofrecen, unidos a los cambios y transformaciones de nuestro entorno. Es entonces cuando tendremos que tomar las decisiones siempre difíciles sobre la estrategia de especialización tecnológica, la estrategia de modelos de negocio en los que nos queremos posicionar y la estrategia de desarrollo de personas. Porque son las personas quienes implementarán las estrategias, y lo harán mucho mejor en una entorno «renacentista», que fomente los conocimientos transversales y el optimismo en la creación de grandes logros.

Escrito por María Astigarraga.
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