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Sistema educativo y empresa: un binomio estratégico

Desde la universidad, los centros de formación y la empresa debemos preparar a nuestros jóvenes para y hacia una cultura de trabajo diferente. Necesitamos asentar un amplio consenso social y político imprescindible y necesario en torno a la apuesta estratégica por una educación orientada hacia la empleabilidad. Un paso imprescindible para construir nuestro propio destino y “civilizar” el futuro.

1-El debate educativo se ha instalado en el centro de las preocupaciones de nuestra sociedad y lo importante es acertar en el diagnóstico, clave para preservar y elevar la calidad de nuestro sistema educativo. Educar representa un reto conjunto para toda nuestra sociedad, ha de ser un proyecto colectivo y compartido.

Es el momento de pasar del «decir» al «hacer», los hechos son las nuevas palabras. No basta con pedir colaboración, hay que colaborar; no basta con exigir compromiso, hay que comprometerse; no basta con quejarse de la falta de implicación, quien dirige la empresa ha de ser el primero en implicarse. Es un reto apasionante y factible. En particular, pensando en los jóvenes, estos nuevos valores abren un campo donde puedan desarrollar su potencial para tener personas motivadas. Todos, desde la universidad, los centros de formación y la empresa debemos preparar a nuestros jóvenes para y hacia una cultura de trabajo diferente. El futuro nos va en ello.

2-La dura crisis vivida y que poco a poco vamos superando tuvo muchas derivadas perversas. Una de ellas se traduce en que todo aquello que no aporte réditos inmediatos al sistema parece destinado a ser sacrificado y arrojado por la borda de lo prescindible. Frente a esta inercia, cabe defender que la inversión en salud, en educación y en formación en el trabajo ha de integrar el eje de una política pública eficaz, competitiva y solidaria.

Necesitamos volver al origen para resolver los problemas de nuestra sociedad y hacerlo con las garantías que nos da todo lo que hemos sido capaces de progresar en estos años. Volver al origen para innovar. Una innovación que impregne las estrategias de desarrollo económico y social. Una innovación útil, práctica, que nos ayude a avanzar, que nos lleve de los discursos a los hechos. Esa innovación tiene que ver mucho con los valores del respeto, del reconocimiento del otro, de la perseverancia en el esfuerzo y de la capacidad de asumir riesgos.

Nuestro reto actual para ganar el desafío de la innovación no reside tanto o solamente en la tecnología como en el conocimiento, y sobre todo, apunta a la cooperación. Vivimos una profunda crisis de la práctica de la cooperación y sin ella no hay nada que hacer. Necesitamos cooperar unos con otros, dialogar de verdad, buscando espacios comunes.

Es el debate del futuro. La mirada ilustrada a los problemas de siempre, pero con las armas de la experiencia y el saber acumulado. Conocimiento al servicio de la sociedad, pero, sobre todo, trabajo, valores de esfuerzo y sacrificio, práctica permanente de la cooperación, del respeto a la diversidad, de apuesta por un liderazgo compartido en el que todos tienen que aportar, cuidar los detalles y respetar la inteligencia, dar valor a la reflexión y al silencio.

Son tiempos de innovación. También, por supuesto, en la Universidad. Una innovación sobrevenida, que se nos impone por quienes ya han hecho las tareas. Necesitamos tomar las riendas de la innovación, anticiparla, construir nuestro propio destino, olvidar la fácil excusa de que todo nos viene impuesto desde fuera, porque no es verdad. Lo que lleguemos a ser dependerá, sobre todo, de nosotros mismos, de todos y cada uno de nosotros y nosotras.

3-En particular, nos falta más pedagogía social en torno al valor de la formación y al papel que debemos jugar las universidades y las y los universitarios ante ese reto educativo. Con demasiada frecuencia, lo público en general y la universidad en particular no sabemos mostrar nuestras potencialidades a la sociedad a la que nos debemos. Tenemos que hacer un esfuerzo adicional para hacer ver a nuestras familias el esfuerzo que realizamos para llegar a esa meta de excelencia que nunca deja de marcar retos.

Hay que subrayar la importancia estratégica de la educación, de la formación: es mucho más que un capricho intelectual, porque es la forma de abrirse camino en la vida de forma libre, autónoma y creativa. La educación superior y el desarrollo científico y tecnológico constituyen en la sociedad del conocimiento la herramienta imprescindible para conseguir el desarrollo económico y social sostenido.

En particular, la universidad no puede convertirse en un fin en sí mismo. Hay que combatir la ola de utilitarismo que algunos quieren imponer a las Universidades. ¿Cómo hacerlo? En mi opinión, reafirmando los valores tradicionales de la Universidad: el pensamiento básico y crítico, el rigor intelectual, la honradez, la dedicación, el entusiasmo y la motivación.

Como con frecuencia afirma el Prof. Dr. Pedro Miguel Etxenike, la característica esencial de una universidad de excelencia es cuidar a los jóvenes, cuidar y formar a las personas, contribuir a que sean «ciudadanía» de la universidad. Cuidar a las y los jóvenes y a su desarrollo intelectual y personal es la marca de las instituciones de excelencia.

4-Todos los estratos o etapas educativas son claves, pero el eslabón superior, el de las universidades, deviene fundamental para culminar una estrategia que garantice una educación del más alto nivel, una investigación avanzada y una innovación puntera. El tejido empresarial necesita, más que nunca, una verdadera y mayor interacción entre empresa, sociedad y universidad. Empresa y Universidad responden a culturas, valores y misiones diferentes, pero deben coordinarse más y mejor, deben ir de la mano, deben apostar por la superación de modelos de gestión que las convierten, demasiadas veces, en compartimentos casi estancos dentro de la sociedad.

En este contexto, la puesta en marcha de la Cátedra Confebask, centrada en la interacción universidad y empresa, es una iniciativa muy sugerente y necesaria que persigue trabajar juntos para unir esfuerzos en relación con la configuración y promoción de unas relaciones laborales modernas y colaborativas.

Hemos avanzado, sí, pero ello no debe frenar nuestra laboriosidad bajo la autocomplacencia. Al contrario, debe motivarnos para seguir trabajando duro, conscientes de que la formación y la empleabilidad de la juventud depende en buena medida de que asumamos con motivación y profesionalidad cada clase, cada labor académica, cada investigación.

5-El reto final es asentar un amplio consenso social y político imprescindible y necesario en torno a la apuesta estratégica por una educación orientada hacia la empleabilidad. Este proceso debe liderarse desde sectores de la sociedad civil (universidades, FP, centros educativos y empresas) para que el sector institucional apueste de verdad por sentar las bases que permitan superar la compartimentación y la distancia abismal que todavía hoy aleja a esos mundos, y alcanzar desde ahí la eficiencia y la equidad en los procesos de educación y formación.

Las universidades deben desarrollar asociaciones estructuradas con la comunidad empresarial, para adquirir cada vez más peso económico y ser capaces de responder mejor y más rápidamente a las demandas del mercado y establecer a su vez redes que rentabilicen el conocimiento científico y tecnológico. Las empresas pueden ayudar a las universidades a reformular sus planes de estudios y sus estructuras de gobernanza, y pueden contribuir a su financiación.

La competitividad de las economías depende cada vez más de la disponibilidad de personas cualificadas y emprendedoras. Para alcanzar este objetivo, hemos de avanzar en la inclusión de capacidades transversales y transferibles en los planes de estudios a todos los niveles de cualificación. Precisamos mejores métodos de examen, más dirigidos a la evaluación del aprendizaje y las competencias, y dotarnos de un carácter interdisciplinar de las agendas de educación e investigación.

Es preciso incentivar el espíritu empresarial para consolidar el crecimiento y el empleo. El reto de la enseñanza superior radica en facilitar unos entornos de aprendizaje que estimulen la independencia y la creatividad, junto a un enfoque basado en el espíritu empresarial para aprovechar los conocimientos.

Desde el reducto de libertad que representa la tarea universitaria, con humildad, reconocimiento y absoluto respeto al trabajo desarrollado por cada una de nuestras universidades quisiera proponer un último reto pendiente: convertir nuestra suma de universidades en un verdadero sistema universitario al servicio de la sociedad. Fortalecer el papel de nuestras Universidades y mejorar su calidad es clave para nuestro principal valor, base además de todo proceso productivo: nuestros jóvenes y su formación.

6-El currículo universitario no puede, como de hecho está ocurriendo, ser medido en términos de las leyes de la física: atendiendo al peso y al volumen de la suma de resultados de investigación. Hay que incentivar el espíritu empresarial y emprendedor, hay que mejorar la gobernanza de nuestras universidades y acentuar la dimensión social de la educación y formación superior, porque nos jugamos mucho en ello.

Hay quién se plantea, desde el desánimo social, si realmente sirve para algo formarse a nivel superior, ya que el mercado de trabajo parece impotente para incorporar todos y todas las tituladas superiores egresadas. Hay que enviar un mensaje de ánimo, de motivación y de ilusión a quienes han iniciado o proyectan realizar esa andadura vital que supone la formación superior. Es la llave para lograr un empleo estable y digno. No es ninguna varita mágica, pero sin duda ayuda, y mucho, frente a quienes carecen de tal formación.

Hablar de inversión en capital humano o reflexionar sobre valores provoca con demasiada frecuencia una mezcla de escepticismo y desapego. Y sin embargo, hay que hacerlo con constancia, porque el tejido empresarial vasco necesita, más que nunca, una verdadera y mayor interacción entre empresa, sociedad y universidad.

7-El «triángulo del conocimiento», es decir la educación, la investigación y la innovación, desempeña un papel capital en la promoción del crecimiento y del empleo. La ejecución de estrategias globales y coherentes de educación permanente debe alcanzar los objetivos de eficiencia y equidad, promoviendo al mismo tiempo la excelencia, la innovación y la creatividad. Los sistemas de educación y formación deben proporcionar los cimientos de una mayor competitividad económica y la posibilidad de empleo individual, y también le corresponde asegurar una cohesión social más intensa y un desarrollo sostenible, apuntalando, además, la realización personal y la participación más activa de los ciudadanos en la sociedad.

En la cooperación entre universidad y empresa están implicadas dos comunidades con culturas, valores y misiones claramente diferentes. Hay que trabajar para acercar ambas dimensiones, la formativa y la productiva, porque la competitividad de las economías depende cada vez más de disponer de una mano de obra cualificada y emprendedora.

Ahora es el momento adecuado para dar un fuerte impulso a la cooperación entre universidad y empresa por su valor añadido económico y social, porque educar representa, en definitiva, un reto conjunto para toda la sociedad europea, un motivo para “civilizar” el futuro, superando aspiraciones individuales y desligado de planteamientos individualistas y autárquicos.

Escrito por Juan José Álvarez, Catedrático Derecho Internacional Privado UPV/EHU

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