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Seguir remando ante la tempestad. Diez recomendaciones para nuestra industria

La mar parecía relativamente en calma. Sin embargo, una pequeña ola fue creciendo hasta convertirse en un tsunami, causando estragos a su paso. Hemos vivido durante los últimos meses con cierta sensación de desorientación, desasosiego y vulnerabilidad, pero ahora es el momento de reaccionar y prepararnos para adaptarnos a una nueva realidad. Seguir remando ante la adversidad, con tenacidad, responsabilidad, compromiso colectivo y solidaridad, para mantener la trainera a flote. Este artículo recoge lo que pretenden ser algunas recomendaciones de utilidad para nuestro tejido industrial, ante el nuevo escenario que nos va a tocar enfrentar. Acelerar la recuperación y fortalecer la actividad industrial es clave para el desarrollo económico del territorio y el bienestar de la sociedad.

La mar parecía relativamente en calma hace unos meses. Aunque existía cierta preocupación sobre cómo iban a evolucionar nuestra economía y algunos de nuestros principales sectores de actividad a lo largo de este y los próximos años, imagino que la mayoría de quienes nos leen estarán de acuerdo conmigo en que nada nos hacía imaginar que una pandemia mundial nos asolaría de esta manera. Una pequeña ola que fue creciendo, hasta convertirse en un tsunami, que ha ido causando estragos a su paso, si bien es cierto que su nivel de afección ha sido diferente por regiones y sectores.

Los efectos traumáticos de esta tragedia son innegables, a nivel sanitario, económico y social. Nos hemos estado preguntando si podríamos habernos anticipado, preparado mejor para afrontar esta crisis, si las medidas adoptadas han sido las más adecuadas, si se podrían haber definido otras acciones más eficaces… un sinfín de interrogantes para los que tenemos respuestas inciertas. Pero no es tiempo de mirar al pasado y lamentarse, es el momento de observar el presente y, especialmente, visualizar el futuro con cierto optimismo realista. Reaccionar y prepararnos para adaptarnos a una nueva realidad. Seguir remando ante la adversidad, con tenacidad, responsabilidad, compromiso colectivo y solidaridad para mantener la trainera a flote.

Hemos superado la que podemos denominar fase de emergencia o de contención de los efectos inmediatos causados por la COVID-19; las empresas hemos tenido que adoptar numerosas medidas para garantizar nuestra supervivencia a corto plazo, como la búsqueda de liquidez, solicitud de expedientes de regulación temporal de empleo, diseño de protocolos extraordinarios de garantía de la seguridad de las personas o la adaptación de herramientas y dinámicas para el teletrabajo. Como comunidad, uno de los retos trascendentales que nos queda por delante es el de acelerar la recuperación y fortalecer la actividad industrial, clave para el desarrollo económico del territorio y el bienestar de la sociedad.

Este artículo recoge lo que pretenden ser algunas recomendaciones de utilidad para nuestro tejido industrial, ante el nuevo escenario que nos va a tocar enfrentar. Son sugerencias que parten de la reflexión y del aprendizaje de la situación que hemos vivido en los últimos meses.

1. Diseñar planes de contención. Los datos apuntan a que en abril superamos el pico de contagios por esta epidemia y entramos en la etapa de la recuperación. No obstante, no se descarta un rebrote de la enfermedad, que podría llegar antes de finales de año. Ante la posibilidad de nuevos periodos de confinamiento (parciales o totales, repetidos o prolongados) y, como consecuencia, la probable reducción o paralización de la actividad productiva, resulta imprescindible diseñar medidas para prevenir, paliar y, por qué no, también aprovechar los efectos más previsibles. Saquemos ventaja de la reciente y dura experiencia, y si hay una próxima vez no digamos que nos pilló desprevenidos.

2. Estimular la demanda. La inicial crisis de stock se ha convertido en una crisis de consumo en algunos sectores (como la automoción, uno de los motores de la economía vasca, que está sufriendo una caída nunca antes vista de las ventas de vehículos nuevos). Ante la lógica preocupación por poder seguir generando ingresos recurrentes, existe la tentación de desarrollar campañas promocionales, con el alto riesgo que suponen. Habilitar mecanismos de apoyo a clientes, como la financiación o ampliación de plazos de cobro, pueden ser medidas económicamente más sostenibles. Lo que no se cuestiona es la importancia de preservar la calidad de los productos y de apostar por la excelencia en servicios, como vía de diferenciación.

3. Potenciar y focalizar las exportaciones. Todavía existe gran incertidumbre sobre la intensidad y rapidez de recuperación completa de la economía mundial, que algunas fuentes apuntan que no se producirá hasta finales de 2022. Con todo, parece claro que el ritmo de recuperación va a ser desigual y diferente en cada país. En ese escenario, sería coherente focalizar los esfuerzos en aquellos con mayores perspectivas de crecimiento, con propuestas de valor adaptadas a cada mercado. Las previsiones de abril del FMI para 2020 destacaban que las economías emergentes y en desarrollo de Asia (incluida China, el primer país afectado por el virus) no iban rumbo a una recesión inminente.

4. Reforzar las relaciones en la cadena de valor. Si algo hemos aprendido en los últimos meses es la importancia de mantener vivas las cadenas de suministro. En un mundo globalizado y de creciente complejidad, las cadenas de valor de nuestras actividades industriales cada vez son más largas e inestables. Por lo tanto, es de vital importancia generar y fortalecer alianzas de largo plazo con proveedores estratégicos. La Matriz de Kraljick, por ejemplo, es una intuitiva herramienta que permite de manera visual ayudar a clasificarlos, en función de su menor o mayor riesgo de suministro e impacto en los resultados de la compañía.

5. Valorar la internalización. Las estrategias de externalización han estado en auge durante muchos años. Sin embargo, con la robustez de las cadenas de valor y la capacidad de suministro en entredicho, es el momento idóneo para analizar si procede recuperar actividades nucleares, entre las que se encuentran algunas que antes no eran o no se consideraran como tal, o capacidades fundamentales que durante esta crisis hayan ganado relevancia. Recuperar la fabricación de tecnología clave, como los microchips para la automatización de procesos productivos, es necesario para reducir dependencias, aumentar la flexibilidad y, sobre todo, ampliar el valor añadido aportado por nuestra industria.

6. Acelerar la transformación digital. Antes de esta pandemia, la industria ya estaba inmersa en la denominada revolución digital o Industria 4.0. y avanzaba en la adopción de las tecnologías específicas para ello. Ahora bien, las medidas de aislamiento social propiciadas por la COVID-19 nos ha dado el empuje que quizás necesitábamos para adentrarnos en el mar y adaptarnos con celeridad al entorno digital. Aprovechemos la marea a favor para extender su aplicación y uso en todas y cada una de las actividades y operaciones de la organización. Por ejemplo, el canal online, que ha impulsado las ventas de muchas actividades en el periodo de confinamiento, es un medio poco explotado y que quizás pueda tener mayor recorrido en la industria. En automoción hace años que se utiliza ese medio para el asesoramiento a clientes.

7. Impulsar la innovación. Promover la mejora de la competitividad a través de la innovación permanente (en productos, servicios, procesos, mercados, organización, gestión o en el modelo de negocio) será indispensable para fortalecer las capacidades diferenciales de la empresa y enfrentar con flexibilidad y agilidad los nuevos cambios. Porque en el entorno VUCA – volátil, incierto, complejo y ambiguo – en el que vivimos lo único permanente es el cambio. Una realidad que se ha puesto de manifiesto una vez más con la expansión de esta enfermedad.

8. Seguir invirtiendo. Mantener, e incluso aumentar, las inversiones que puedan condicionar la competitividad futura, siendo conscientes del gran sobreesfuerzo económico que puedan suponer en este contexto. Invertir en TEICs, ciberseguridad, I+D para la fabricación avanzada, renovación de equipamiento, modernización de maquinaria, seguridad laboral… y primordialmente, en talento. Es probable que algunas empresas se vean abocadas a la liberación de talento cualificado. Aunque la tendencia parezca ser la contraria, debemos remar contra el viento e invertir en la captación, formación y desarrollo profesional de las personas. Sus conocimientos, capacidades y competencias son el corazón y el motor de nuestras organizaciones.

9. Colaborar, colaborar y colaborar. Remar todos a una para ganar esta dura y complicada regata. Ahora, más que nunca, es preciso aunar esfuerzos dentro y fuera de nuestras empresas. Combinar nuestro potencial y saber hacer con lo externo para multiplicar nuestros conocimientos, capacidades y competencias. La unión de todas y cada una las personas trabajadoras y la colaboración con el amplio entramado público y privado de agentes de apoyo al tejido industrial será imprescindible. Principios, valores y comportamientos basados en la transparencia, honestidad, confianza, equidad, empatía, respeto… serán premisas básicas. La comunicación constante, el dialogo permanente y el empoderamiento serán indispensables.

10. Levantar la vista y mirar al horizonte. La gestión del día a día es indiscutiblemente fundamental, pero pararse a pensar en periodos de tiempo más amplios también es esencial. Reflexionar, y hasta soñar, sobre cómo nos gustaría que fueran nuestras organizaciones dentro de unos años y cómo deberían evolucionar para alcanzar esa visión o aspiración. La planificación estratégica ayuda a definir una hoja de ruta, marca el camino, el rumbo a seguir. Eso sí, ante un futuro impredecible, es necesario diseñar estrategias flexibles, que puedan ser revisadas y modificadas si el contexto o las circunstancias varían. Visualizar diferentes escenarios probables y de alto impacto, sus posibles implicaciones (tanto las amenazas, como las oportunidades) y definir líneas de actuación para cada uno de ellos, es una técnica que suele resultar de gran utilidad para la anticipación y preparación.

Son 10 consejos a aplicar de manera equilibrada en el corto, medio y largo plazo, que pueden ayudar a afrontar el chaparrón que está cayendo. Durante los últimos meses hemos vivido con cierta sensación de desorientación, desasosiego y vulnerabilidad, y es cierto que hay poca visibilidad y certeza sobre sobre cómo será el futuro más inmediato, y qué decir del más lejano. Pero no perdamos la ilusión, la mirada de esperanza, la actitud positiva y el espíritu de lucha y superación. Tenemos como reciente precedente la crisis financiera, de la que, con gran tesón, aunque también sufrimiento, la mayor parte de nuestro tejido industrial no solo logró sobrevivir, sino que salió fortalecido.

Estoy convencida de que volverán los vientos favorables. Después de la tormenta siempre llega la calma, el sol volverá a salir y brillará con más fuerza.

Mónica Bartolomé

Directora de proyectos
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