La medicina ha sido durante todo el siglo XX una disciplina reactiva, en la que el sistema sanitario reaccionaba ante la enfermedad. Frente a este enfoque, en los últimos años la tecnología está contribuyendo a generar un nuevo paradigma que implica situar al paciente en el centro del sistema y desarrollar un modelo de atención infinitamente más personalizado, tanto en lo referente a diagnósticos y tratamientos, como a la prevención de enfermedades o seguimiento de pacientes.
Quiero destacar dos grandes tendencias o elementos sobre los que pivota la transformación de la atención médica: el tratamiento masivo de datos, el big data, y la atención a distancia o telemedicina.
Big data en salud
Transitar de una medicina poblacional a una medicina personalizada es posible, en parte, por las oportunidades que ofrece el big data; sin duda, una de las grandes innovaciones en el ámbito de las tecnologías médicas. La capacidad de capturar y analizar en tiempo real grandes volúmenes de información ayudará a los profesionales de la salud a revisar, e incluso a identificar, maneras de mejorar el diagnóstico, la atención y el tratamiento al paciente en tiempo real, ofreciendo una respuesta mucho más eficaz ante las enfermedades. El valor del big data en salud como herramienta para impulsar y apoyar la investigación, la innovación y la evaluación en sanidad es enorme.
En el sector salud existen numerosas fuentes de datos heterogéneas que arrojan una gran cantidad de información relacionada con los pacientes, las enfermedades y los centros sanitarios. Entre otras fuentes, se pueden obtener datos de las historias clínicas electrónicas, los dispositivos de telemedicina o las pruebas clínicas. Asimismo, los datos epidemiológicos, los nutricionales y los genómicos aportan un gran valor añadido.
El potencial del big data en medicina reside, precisamente, en la posibilidad de combinar los datos tradicionales con otras nuevas formas de datos, tanto a nivel individual como poblacional, integrando datos estructurados y no estructurados. Los algoritmos, en definitiva, son capaces de afinar a nivel individual, y decirnos qué es lo mejor para cada paciente. Y gracias a ello, permiten hacer una medicina personalizada, al tiempo que facilitan la medicina predictiva.
Por ejemplo, en una unidad de cuidados intensivos el paciente puede ser monitorizado 24 horas al día, tomando cada segundo datos de muchas variables a través de dispositivos médicos. Esta gran cantidad de información se puede comparar con bases de datos históricas y procesar en tiempo real con algoritmos inteligentes, entre otras, para predecir situaciones de complicaciones clínicas y recomendar una determinada forma de proceder.
Merece la pena destacar el importante papel que, según los expertos, jugará la revolución genómica asociada al desarrollo del big data. A través de los millones de datos que contiene el mapa genético, los profesionales sanitarios contarán con información muy valiosa para abordar las patologías y analizar la predisposición a determinadas enfermedades.
Junto con las enormes posibilidades, también hay que prestar atención a las incertidumbres que, con toda lógica, todavía existen, así como a las barreras en el tratamiento masivo de datos en el ámbito de la salud, principalmente derivadas de la sensibilidad de la información que se maneja y de la dificultad de garantizar su privacidad y control del uso. Los datos de salud son muy valiosos, no sólo desde el punto de vista médico: saber que una persona tiene predisposición al Alzheimer, por ejemplo, puede interesar a un banco o una aseguradora por motivos meramente económicos.
Atención a distancia o telemedicina
El concepto de telemedicina se refiere a una forma de ejercicio de la medicina, de carácter alternativo o complementario a la presencial, que busca mejorar la salud de un paciente desde la distancia, a través de la comunicación interactiva en tiempo real entre la persona enferma y el personal sanitario. La telemedicina, por tanto, se orienta a favorecer la accesibilidad y calidad de la atención, así como a hacer llegar la asistencia médica a ciertos pacientes con dificultad para desplazarse.
Según los expertos, la telemedicina va a tener un rol muy relevante a la hora de lograr un sistema de salud más eficiente, en el que la atención a personas con mayor gravedad será la prioridad, sin descuidar al resto de pacientes que puedan ser controlados de manera remota. La telemedicina, además, será clave en el tratamiento de enfermedades crónicas, uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los sistemas sanitarios.
Adicionalmente, los denominados wearables son una herramienta fundamental para la atención a distancia, dado que permiten monitorizar a través de sensores o apps parámetros de nuestro organismo como el azúcar, la temperatura corporal o la presión, e indicar a los especialistas si todo está en orden. Esta fórmula permite recibir una gran cantidad de servicios sanitarios sin tener que pisar un centro médico, lo que supone disfrutar de una atención más rápida, ágil e igual de efectiva. Las ventajas son igualmente interesantes para la gestión del propio sistema, ya que contribuye a aliviar las consultas y reducir el gasto derivado de las mismas y por tanto a la sostenibilidad del sistema sanitario.
Con todo, también aquí será necesario vencer algunos miedos. Ser atendido desde casa, aunque resulte más cómodo para el paciente, genera inquietud en algunas personas. Sin embargo, los estudios están demostrando que la telemedicina no solo sirve para cimentar un modelo de salud viable a largo plazo, sino que también tiene beneficios claros para el paciente. La clave es no pensar en la telemedicina como algo separado o diferente a la atención presencial, sino como una herramienta más integrada en la atención sanitaria del día a día.
En este contexto de transformación del sistema sanitario, me gustaría resaltar el papel central que asumen los profesionales de la salud. Recientemente un artículo en la revista Forbes de Vinod Khosla- uno de los fundadores de Sun Microsystems-, generaba una enorme controversia al afirmar que la tecnología reemplazará el 80% de la actividad de las y los doctores.
Sin estar de acuerdo en absoluto con dicha afirmación, sí creo que la tecnología va a transformar el papel de los profesionales médicos, en la medida en que va a permitir que se dedique más tiempo a hablar con los pacientes, socializarse y estudiar más a fondo los casos difíciles, mientras que se dedicará menos tiempo a acumular datos y buscar en los historiales. Para ello, será necesario un cambio de mentalidad en el profesional de la salud y un nuevo modelo que eduque a todo el personal (medicina, enfermería, etc.) en el uso de la tecnología.
Por otra parte, los cambios tecnológicos mencionados van a requerir una mayor interdisciplinariedad de los equipos: medicina especializada, ingeniería informática, matemática o realidad aumentada contribuyen a desplegar este nuevo paradigma, y las y los profesionales de estas disciplinas están llamados a colaborar para mantener pacientes más sanos y por menos dinero. Las redes de cooperación sanitaria serán imprescindibles para favorecer la colaboración, formación e intercambio de conocimiento entre grupos de profesionales especializados.
El cambio en el sistema sanitario es indispensable para poder dar una respuesta adecuada a las nuevas necesidades de salud de la sociedad de hoy en día, cada vez más envejecida y con mayor prevalencia de las enfermedades crónicas, y para favorecer la sostenibilidad del sistema sanitario público.
No sé a qué ritmo y con qué extensión se implantarán estos cambios. Lo que es seguro es que la atención médica dentro de unos años va a ser muy distinta a lo que hoy vemos y conocemos, y que muchas de las dinámicas y procesos actuales van a transformarse. Ya lo están haciendo.
En esta evolución, tenemos que estar abiertos a los cambios y oportunidades que ofrece la tecnología, sin perder la verdadera esencia de la medicina: cuidar a las personas con responsabilidad, respeto y honestidad.
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