La creciente tendencia a la apertura de las organizaciones genera entornos globales cada vez más exigentes en los que las empresas deben competir, adaptarse a los cambios, abrirse y colaborar entre ellas. Para poder impulsar estos cambios y adaptarse con éxito al entorno actual, las empresas necesitan personas con talento, motivadas, capacitadas y comprometidas con un proyecto común.
Las empresas son las personas» y el talento el factor clave del éxito de las mismas, por lo que resulta fundamental potenciar la capacidad humana que existe dentro de las organizaciones.
Las condiciones del entorno macroeconómico están provocando cambios significativos en el ADN de las empresas. El dinamismo es el común denominador en un mundo globalizado e interconectado, en el que ninguna organización es inmune y ajena al cambio. La diferencia entre tener éxito, sobrevivir o desaparecer está en la capacidad de adaptación. Pero las empresas no pueden cambiar por sí mismas, y necesitan que las personas impulsen estos cambios, personas dispuestas y capacitadas para asumir esos cambios y para adaptarse a los mismos.
En este sentido, se ha iniciado un cambio cultural en las personas que empiezan a entender el concepto de colaboración, de apertura, de compartición de información más allá del envío de un documento adjunto en un correo. Se ha iniciado un camino en el que las empresas y sus personas empiezan a ver el potencial de estas colaboraciones entre las personas de su organización y de otras organizaciones, y utilizan las tecnologías y los espacios de interacción, intercambio de ideas y herramientas para la colaboración. En un entorno global cada más más exigente, las empresas necesitan ser cada vez más competitivas y mejorar su productividad para poder competir en el mercado. La tecnología está jugando un papel fundamental como acelerador de este proceso de transformación y como palanca de cambio. Sin embargo, el elemento esencial dentro de este proceso son las propias personas.
Este entorno abierto, cambiante y competitivo, marcado por la aceleración y el cambio, genera expectativas poco claras, difusas e inestables en las personas y en las empresas. La creciente tendencia a la apertura de las organizaciones supone que las personas se abran y se adapten a las nuevas formas de trabajo. Esta apertura implica que las empresas que quieran competir en el nuevo entorno van a necesitar personas capaces de actuar en diversos ámbitos, que dominen diferentes entornos tecnológicos, culturales y lingüísticos, personas con diferentes enfoques y puntos de vista, pero que sean personas con talento, originalidad, compromiso, confianza, audacia y entusiasmo. Parece que las capacidades humanas más valoradas hoy en día son las menos controlables, y la empresa no puede ignorarlo.
Pero con frecuencia, las personas no sabemos definir, concretar ni evaluar nuestras expectativas. No conocemos nuestras aspiraciones de futuro y no valoramos adecuadamente el esfuerzo necesario para alcanzar esas metas, ni cómo nos sentiremos cuando lo hayamos logrado.
Por ello, es importante tener un foco, sin foco no hay cambios. La confianza en un mismo y el compromiso con un proyecto común son elementos clave en este proceso, en el que «jugamos todos y estamos juntos en esto».
Según un estudio realizado en 2011 sobre 86.000 empleados de medianas y grandes empresas de 16 países9, tan sólo el 14% de los empleados de todo el mundo estaban muy comprometidos con su trabajo, mientras que el 24% se sentían totalmente desconectados. El resto se situaba entre esos dos extremos. En conclusión, el 85% de los trabajadores de todo el mundo no dan de sí todo lo que podrían, lo que supone «un despilfarro de capacidad humana» que ayuda a explicar por qué tantas organizaciones son menos capaces que las personas que trabajan en ellas. Existe por lo tanto una gran oportunidad de potenciar la capacidad humana que existe dentro de las organizaciones.
Por ello, y aunque constantemente se hable de las personas como el activo más valioso de una compañía, y de los valores fundamentales como la confianza, el dinamismo o la experiencia, lo cierto es que resulta complicado construir y desarrollar una cultura que sea compartida por todos y no perder la dimensión humana de las organizaciones. «Se habla mucho de ello pero se profundiza poco».
Hoy en día, las personas valoran el trabajo colaborativo, el feedback, el debate, y la diversidad de culturas y pensamientos, la curiosidad, y la posibilidad de aprender de otros, y son factores o elementos críticos para tener éxito como compañía en un mundo en el que se compite por el mejor talento.
Es el momento de apostar por las organizaciones del futuro, que se adapten a los cambios y al mundo global e interconectado, y no sólo a través de las tecnologías, sino movilizando a las personas comprometidas, y entendiendo el talento como el factor clave del éxito de las empresas.
Escrito por Olatz Campo.
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