El intraemprendimiento, entendido como emprendimiento que se produce dentro de una organización, es un fenómeno que ha sido considerado de manera marginal, perdiendo un verdadero «coste de oportunidad emprendedora» tanto para las propias empresas como para el conjunto de la sociedad. Extender esta modalidad de emprendimiento puede constituir una fórmula excepcional de regeneración y rejuvenecimiento organizativo, de crecimiento y competitividad empresarial sostenible, convirtiendo paulatinamente a nuestras empresas en auténticas «canteras de emprendedores» y contribuyendo a activar la palanca del emprendimiento como motor de desarrollo económico y social, y de generación de más y mejor empleo.
«¿Quieres emprender? ¡Ahora es más fácil!»
Últimamente nos pasamos el día oyendo hablar de emprendimiento y emprendedores, que han pasado a ocupar un lugar de privilegio en el escalafón social, junto a las estrellas del deporte y los cocineros. Sin embargo, ¿cuántos de ustedes han oído hablar de intraemprendedores o emprendedores corporativos?
El «intrapreneur» es el empleado emprendedor, una figura que debería proliferar en toda empresa del siglo XXI, por su potencial como fórmula de regeneración y rejuvenecimiento de las organizaciones, y como palanca de una verdadera transformación social y productiva de los territorios.
La realidad del emprendimiento
El emprendimiento se nos presenta hoy en día como la fórmula mágica para salir de la crisis. Mensajes por doquier revestidos de mucho tópico almibarado, poco análisis riguroso y ningún efecto positivo para el propio colectivo de emprendedores, al que se somete a una presión inusitada. ¿Una nueva burbuja social?
Nos hacemos un flaco favor si olvidamos que emprender es una actividad de alto riesgo con unas tasas de fracaso muy altas. Y más aún en estos tiempos. Porque el emprendimiento es una actividad de naturaleza pro-cíclica, es decir, se crean más empresas en épocas de bonanza que durante las recesiones.
Si ponemos la lupa en nuestro entorno más cercano, veamos algunos datos que reflejan la verdadera realidad del emprendimiento:
• La persona emprendedora «tipo» de la CAPV es un hombre (66%) de 35 a 44 años (36%) con estudios universitarios (46%), motivado en un 76% por oportunidad (y no por necesidad) y que en el 74% de los casos va a dedicarse a la prestación de servicios a empresas o personas. Solo un 5% de estos emprendedores esperaba superar los 19 empleados en los próximos 5 años.
• Los negocios lanzados son frágiles y pequeños, en su mayoría con un tamaño promedio de 2 o 3 empleados. Al igual que en otras economías avanzadas el porcentaje de empresas supervivientes más allá del quinto año de existencia ronda el 50%. Es más, es muy pequeño el porcentaje de nuevas empresas que logra crecer a un ritmo alto durante la etapa temprana de su ciclo de vida. La persona que emprende encara dos grandes problemas: ser propietario de una empresa pequeña y la incertidumbre de dirigir un negocio nuevo en el mercado.
• Nuestra tasa de emprendimiento se sitúa por debajo de la mayoría de comunidades autónomas españolas y en poco más de la mitad de la europea. Apenas un 4% de la población vasca está implicada en iniciativas de emprendimiento. Dato que confirma la correlación directa entre niveles de renta y emprendimiento que se produce en todo el mundo, con pocas excepciones: las sociedades con menor actividad emprendedora presentan altos niveles de desarrollo económico y bienestar.
Sin duda, una de estas excepciones es Estados Unidos, país en el que todos pensamos cuando buscamos imágenes mentales al hablar de emprendimiento. ¿Dónde está la diferencia?
La necesidad de un ecosistema emprendedor
Desde hace décadas el país norteamericano ha venido apostando por las bondades del emprendimiento como mecanismo transformador de la economía y de la sociedad. Como explica el último informe sobre emprendimiento elaborado por Orkestra (GEM 2013), en EEUU se han producido importantes reformas públicas orientadas a construir un ecosistema propicio para emprender y crecer: reducción de barreras institucionales a la creación de empresas, reducción de regulación excesiva, ampliación de ventajas fiscales, reformas del mercado financiero (capital riesgo, business angels), mejora del acceso al conocimiento y a la innovación, etc.
Los esfuerzos no han resultado en vano y este proceso, largo y laborioso, en el que se conjugan iniciativas públicas y privadas, muestra como un colectivo de emprendedores puede contribuir a generar nuevos sectores (pongamos como ejemplo al sector TIC) y a transformarlos continuamente, en un círculo virtuoso de creación y desarrollo de nuevos productos, proyectos y empresas. En suma, la acertada construcción de un ecosistema emprendedor provoca notables efectos positivos a nivel económico y social, impulsando una inagotable cantera de personas y organizaciones dispuestas a emprender nuevas aventuras empresariales, generando nuevos y mejores empleos.
Volviendo el foco hacia Euskadi, podemos afirmar sin temor a ruborizarnos que nuestro sistema institucional de apoyo al emprendimiento se mira en el espejo de los mejores del mundo sin complejos. Un robusto entramado de agentes públicos, instalaciones y programas que se ha ido extendiendo y perfeccionando desde los años 80 y que actualmente dedica un presupuesto anual superior a 60M€ (en forma de recursos humanos, físicos, financieros, etc.) a la promoción y apoyo individualizado a nuevas iniciativas emprendedoras, combinando enfoques de corto, medio y largo plazo.
Un sistema público que favorece el fomento de valores y cultura emprendedora entre los más jóvenes, el acompañamiento al emprendedor en la constitución y los primeros pasos de la iniciativa, el apoyo especializado (financiación, tutorización, metodología, etc.) en la consolidación y crecimiento…a través de una multiplicidad de ayudas segmentadas y dirigidas a cada colectivo.
Es innegable que, en un escenario de ajuste de los presupuestos públicos, este ecosistema requiere algunas mejoras (alineación de agentes y servicios, identificación de más y mejores ideas, minimización de barreras burocráticas, mejora de la proyección internacional del propio ecosistema, etc.) pero por encima de todo sigue persiguiendo un gran reto: mejorar el nivel de resultados, esto es, el número de empresas generadas, que se sitúa actualmente en niveles que apenas alcanzan el 60-70% respecto a antes de la crisis.
Pero nos olvidamos de algo: ¿qué papel juegan nuestras empresas en el ecosistema de apoyo al emprendimiento? ¿Cuánto multiplicaríamos dicho potencial de generación de actividad económica y empleo con el soporte empresarial adecuado? ¿Cuánto se simplificarían las necesidades de tramitación, financiación, contratación, testado, comercialización, etc. de una iniciativa emprendedora con el respaldo de una organización curtida en la actividad empresarial? ¿Cuántas de nuestras empresas piensan en sí mismas como verdaderas canteras de emprendedores?
La cantera del intraemprendimiento
El emprendimiento que se produce dentro de una organización, (comúnmente llamado intraemprendimiento o emprendimiento corporativo) se basa en la identificación y gestión de iniciativas emprendedoras en el seno de una empresa u organización cualquiera, aprovechando las capacidades, recursos y estructuras de la propia organización para su desarrollo y crecimiento.
A muchos directivos esta definición les sonará familiar y la asociarán a innovación, desarrollo de negocio, diversificación, u otros conceptos ligados al desarrollo de nuevas actividades, procesos, productos, servicios o áreas de trabajo para una empresa. Sin embargo, el punto diferencial está en el empoderamiento del empleado y su papel protagonista en el proceso. El aprovechamiento del talento emprendedor de los empleados como principio de acción y la participación directa y en primera persona del empleado en dichos procesos de desarrollo de nuevas iniciativas. Procesos apoyados por la propia empresa, como mecanismo de regeneración y competitividad.
A pesar de que no existen recetas únicas, y que se pueden identificar tantas formas de orientar el intraemprendimiento como empresas conocemos, desde B+I nos atrevemos a presentar una serie de recomendaciones para iniciarse en el intraemprendimiento. Desde 2009 hemos venido compartiendo entrevistas, jornadas de sensibilización y diseño de metodologías para el fomento del intraemprendimiento con la colaboración de empresas como EGILE, CAF, ULMA, Nicolás Correa Anayak u Orona entre otras, así como con las instituciones públicas que han tratado de impulsar esta práctica (a través de programas como el Barnekintzaile). A partir del análisis de sus modelos particulares de intraemprendimiento, los mini-ecosistemas intraemprendedores que estas empresas han desarrollado y utilizan en su día a día, nuestras recomendaciones a toda empresa que quiera iniciarse en el intraemprendimiento y generar paulatinamente una cantera de emprendedores, serían:
1. Estrategia propia de intraemprendimiento: Diseñe una estrategia de intraemprendimiento propia, sensata y flexible, enfocada a conseguir el objetivo perseguido (ej: disponer de una cartera permanente de nuevos negocios, renovar los productos y servicios actuales, incorporar valor añadido complementario y negocios emergentes, provocar una transformación cultural…). Engarce el intraemprendimiento de forma coherente con la estrategia de futuro de la empresa, desde una perspectiva amplia y dinámica en la que la empresa está continuamente transformándose y adaptándose a las nuevas circunstancias.
2. Cultura emprendedora: La existencia de incentivos emocionales o el fomento de valores emprendedores (creatividad, tolerancia, afán de superación, asunción de riesgos, curiosidad, aceptación del cambio y la diversidad, deseo de aprender, etc.) necesarios para identificar necesidades u oportunidades en cada momento, son aspectos que reducirán las barreras, generando progresivamente una cultura organizativa favorable al intraemprendimiento. Apueste por una comunicación clara e ilusionante y aproveche las primeras experiencias exitosas (resultados tangibles, lecciones aprendidas, etc.)
3. Gestión de emprendedores: nos referimos a la detección (no siempre resulta sencillo), formación y gestión de nuestros intra-emprendedores. Establezca un mecanismo de relación con el emprendedor, que defina claramente la cobertura ofrecida por la empresa: los apoyos concretos (liberación de horas, formación, tutorización, financiación, etc.), el modelo de participación en los potenciales beneficios y el posible contrato de retorno, en caso de fracaso de la iniciativa.
4. Liderazgo y gestión económica de las iniciativas: Determine qué modelo de organización será el más adecuado para su empresa. Puede ser un pequeño nuevo departamento con presupuesto propio, un equipo de dinamizadores actuando de forma horizontal por proyectos, o una función descentralizada en cada departamento. Desarrolle en cada caso las herramientas y recursos necesarios.
5. Proceso de trabajo: Inicialmente desarrolle modelos muy sencillos, ágiles y poco burocráticos, con fases claramente definidas (captación de ideas/oportunidades, análisis, construcción y funcionamiento) y un esquema básico de valoración (informe + comité).
Como dice Eduardo Junkera, Presidente de EGILE Corporación: «En Euskadi hay un gran conocimiento y experiencia, lo que hay que hacer es visualizar nuevos campos de oportunidad, trabajarlos y tener una estrategia». Su última aventura, la spin-off CreatechMedical nacida en el seno de la corporación de la mano de su equipo de emprendedores, ha logrado en 2013 atraer al líder mundial en implantes dentales que ha entrado con un 30% en el capital de una empresa que va a competir directamente en el mercado global. La operación va a significar en siete años multiplicar por diez su facturación y superar los 200 trabajadores. ¿Ustedes creen que cundirá el ejemplo?
Quizás puede contribuir a ello la entrada en vigor, con fecha 1 Enero 2014, de la reforma fiscal de nuestras Haciendas Forales orientada a incentivar la inversión empresarial en startups. Se materializará en una reducción de la base imponible del Impuesto de Sociedades del 60% de lo invertido, a través de una figura peculiar: las compañías que se quieran beneficiar tendrán que depositar esta cantidad en una reserva especial y destinar el dinero a comprar acciones de startups con un máximo de 100.000 euros por inversión; y no podrán vender dicha participación en cinco años.
Conclusión
El intraemprendimiento es un fenómeno que ha sido considerado de manera marginal o excepcional, perdiendo un verdadero «coste de oportunidad emprendedora» tanto para las propias empresas como para el conjunto de la sociedad. Reinventar nuestras organizaciones económicas y sociales pasa necesariamente por activar e incentivar la participación de las personas en el desarrollo futuro de dichos proyectos, aprovechando el talento emprendedor de las personas que forman parte de los mismos.
¿Cuántos intraemprendedores no detectados existen en nuestra organización? ¿Cuántas oportunidades no exploradas? No olvidemos que estamos hablando de personas que reúnen lo mejor de dos mundos: son emprendedores dispuestos a poner toda la carne en el asador, sin miedo a crear algo nuevo y arriesgarse, y a la vez son empleados comprometidos con la empresa ¿se puede pedir más?
Extender esta modalidad de emprendimiento puede constituir una fórmula excepcional de regeneración y rejuvenecimiento organizativo, de crecimiento y competitividad empresarial sostenible, convirtiendo paulatinamente a nuestras empresas en auténticas «canteras de emprendedores» y contribuyendo a activar la palanca del emprendimiento como motor de desarrollo económico y social, y de generación de más y mejor empleo.
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