Creatividad, imaginación, participación, compromiso, aprendizaje, identidad… Son elementos fundamentales en la gestión estratégica de nuestras organizaciones, especialmente en un entorno de cambio permanente como el que nos toca vivir. Las empresas necesitan incorporar nuevas formas de hacer estrategia, que favorezcan la generación de ideas novedosas y den lugar a proyectos empresariales innovadores y compartidos. El juego favorece la creatividad y la imaginación, y genera nuevos puntos de vista ante cualquier situación.
Decía Gary Hamel que «las empresas fracasan en crear su futuro no porque no consigan predecirlo, sino porque no consiguen inventarlo. Es la curiosidad y la creatividad lo que les falta». Cuántas veces los equipos directivos se sientan a reflexionar sobre el futuro de sus empresas y centran sus discusiones en los problemas del día a día, en lugar de en las oportunidades futuras, con una actitud más defensiva (cómo podemos sobrevivir en ese futuro «terrorífico»), que ofensiva (cómo podemos generar nuestro futuro de oportunidades).
Es seguro que muchos de quienes leerán este artículo han participado en reuniones sobre el futuro de sus organizaciones, en las que se reproducen reiteradamente las mismas discusiones. Cada persona repite los mismos argumentos, a pesar de conocer de antemano la respuesta que va a obtener de cada asistente. Se produce una desagradable sensación de «déjà vu» que genera frustración y apatía en los equipos.
Con esta preocupación en mente, un grupo de profesores de la escuela de negocios IMD inició hace ya más de una década un proyecto de investigación para identificar mecanismos que mejoran la eficiencia de las reuniones grupales, a través del uso de «juegos serios». En concreto, analizaron cómo los juegos de construcción manual pueden ser un instrumento para transformar las dinámicas de pensamiento de los equipos.
Su investigación analizaba la manera en la que las personas resuelven los problemas en las organizaciones, y abarcaba distintas disciplinas, desde la gestión estratégica y el desarrollo organizacional, hasta la psicología y los procesos de aprendizaje. Como resultado de su investigación demostraron que los juegos de construcción manual permiten estimular distintas áreas del cerebro: el área derecha, relacionada con la creatividad y la imaginación, y el área izquierda, relacionada con el análisis y la toma de decisiones racionales. Además, estudiaron el vínculo entre las manos y el cerebro, y concluyeron que facilita la conexión con nuestro lado inconsciente, de forma que cuando jugamos utilizando las manos generamos ideas que no controlamos voluntariamente.
Las conclusiones de este estudio de investigación son la base de una metodología de reflexión estratégica que utilizamos en B+I Strategy, a través de la cual proponemos a los equipos directivos que «jueguen a construir el futuro de sus empresas». Se trata efectivamente de construir, con diferentes juegos y piezas, la identidad de una empresa, entendida como la combinación de los elementos esenciales de su pasado, su presente y su futuro, que la hacen única y diferente a cualquier otra.
Por qué jugar a construir el futuro
Dice el diccionario que jugar es «hacer algo con alegría, con el fin de entretenerse y divertirse». Este podría ser un motivo suficiente para introducir la práctica del juego en las empresas, puesto que alegría, entretenimiento y diversión son aspectos que a menudo echamos de menos en nuestro entorno profesional. Pero además, y según nuestra propia experiencia, el juego aporta otras ventajas cuando se utiliza en el entorno empresarial con un fin específico:
• Favorece la creatividad y la imaginación, y genera nuevos puntos de vista ante cualquier situación. En el caso de los juegos de construcción además, permiten de alguna forma tangibilizar lo que imaginamos, y por lo tanto, facilitan la comunicación de ideas que a veces no se pueden expresar con palabras.
• Por otra parte, diversos estudios demuestran que cuando construimos con nuestras manos somos capaces de entender y experimentar conceptos o ideas complejas, ya que llegamos a plantearlos en términos de otras más sencillas. De esta forma, el juego facilita planear escenarios futuros, comprender y priorizar mejor los problemas, analizar el entorno desde distintos puntos de vista, explorar nuevas posibilidades… En definitiva, nos ayuda a «pensar estratégicamente».
• El juego contribuye a desarrollar el espíritu de equipo, favorece la participación activa y aumenta la confianza y la conectividad entre los participantes. Cuando jugamos nos sentimos implicados en la consecución de un objetivo común, y nos alineamos más fácilmente bajo una misma visión y valores. Además, en el juego las jerarquías se diluyen y se escuchan con mayor interés las opiniones de todos.
• A nivel individual, el juego representa un reto para cada participante, nos motiva a dar lo mejor, potenciando nuestro afán competitivo en sentido positivo. Cuando jugamos, intentamos superarnos y en ese proceso, aprendemos.
Nuestra experiencia jugando con empresas
A estas alturas algún lector o lectora estará pensando: «Estos consultores ya no saben qué inventar». He de reconocer que las reacciones ante este tipo de dinámicas pueden ser muy diversas. Hay personas que rápidamente se sienten «atrapadas» por el juego, pero también nos hemos encontrado con perfiles más tradicionales, que parten de una actitud de cierto escepticismo. Curiosamente, nuestra experiencia con organizaciones diversas nos indica que estos últimos son quienes, a menudo, terminan las sesiones más convencidos del valor que aportan.
En mi opinión, una de las claves del éxito de estas dinámicas es su aplicación a la realidad de la empresa. Jugamos sobre lo que somos y sobre lo que queremos ser, y jugamos con un objetivo muy claro. Ahí reside, desde mi punto de vista, uno de los principales valores diferenciales de esta metodología.
Cuando jugamos sobre nuestro proyecto empresarial nos involucramos en lo que hacemos y es entonces cuando las bondades del juego son más notables. Es realmente sorprendente observar los continuos cambios en el comportamiento de las personas que ocurren en estas sesiones. Construcción, escucha, observación, confusión, reflexión, respuestas, satisfacción… se suceden en breves espacios de tiempo, y se crea un espacio muy diferente al que los participantes están acostumbrados.
También resulta curioso observar cómo las personas comienzan a construir casi sin tener una idea preconcebida de cuál es la figura final que quieren obtener. El proceso «primero planifico luego ejecuto» se rompe y, en su lugar, se va dotando de significado a lo construido a medida que se van situando las piezas, incorporando nuevas ideas de forma sucesiva y generando en el equipo una especie de espiral creativa.
Otra de las posibilidades que hemos observado es la realización de ejercicios de simulación de cambios y escenarios. Es muy interesante cuestionarse, una vez construida la aspiración de futuro de una organización, «qué pasaría si» las variables fundamentales se transforman. El juego permite visualizar fácilmente los efectos de incorporar, eliminar, aumentar, reducir, alejar o acercar elementos en la figura, y ayuda a prever los impactos organizacionales y las posibles acciones para gestionarlos. Y es en estas reflexiones donde los rasgos esenciales de la identidad y los principios básicos que deben guiar la estrategia de la empresa salen a la luz.
Creatividad, imaginación, participación, compromiso, aprendizaje, identidad… Son elementos fundamentales en la gestión estratégica de nuestras organizaciones, especialmente en un entorno de cambio permanente como el que nos toca vivir. No nos cansamos de recordar que las empresas necesitan incorporar nuevas formas de hacer estrategia, que favorezcan la generación de ideas novedosas y den lugar a proyectos empresariales innovadores y compartidos. Quizá para ello debamos plantearnos el juego como una herramienta de apoyo, recuperando la capacidad de soñar e imaginar que teníamos cuando éramos niños.
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