Skip to content

Institucionalidad y organización: llegó la hora de tenerlas en cuenta

El mayor desafío a la hora de construir nuevos posicionamientos competitivos es prestar atención a los espacios institucionales donde esto ocurre, así como a las formas de organización que se encargan de que así sea, con especial atención en los impactos tecnológicos actuales y futuros. La construcción competitiva de países, regiones y empresas es un ejercicio de voluntades y acuerdos entre todo tipo de agentes; un proceso de naturaleza estratégica cuyos resultados solo pueden esperarse a medio y largo plazo.

Estamos frente a cambios e impactos que están transformando radicalmente el espacio y las formas de hacer las cosas. ¿Ha llegado la hora de pensar que la era industrial y sus instituciones y organizaciones sociales, empresariales o regionales quizás no sean el marco más adecuado que requiere el mundo actual, para crecer y distribuir lo creado de la forma más justa? ¿Estamos tratando de construir un nuevo mañana aplicando criterios de organización social y empresarial de una era ya pasada?

De las últimas crisis extraemos una lección importante: los desacuerdos institucionales (en todos los ámbitos: país, región, empresa…) profundizan las consecuencias negativas.

De esto se concluye que el mayor desafío a la hora de construir nuevos posicionamientos competitivos es prestar atención a los espacios institucionales donde esto ocurre, así como a las formas de organización que se encargan de que así sea, con especial atención en los impactos tecnológicos actuales y futuros. La construcción competitiva de países, regiones y empresas es un ejercicio de voluntades y acuerdos entre todo tipo de agentes; un proceso de naturaleza estratégica cuyos resultados solo pueden esperarse a medio y largo plazo.

Consenso y necesaria maduración son dos atributos clave a la hora de imaginar qué podemos hacer para asegurar que las estrategias conciten la adhesión de los diversos agentes, y a su vez, sean verdaderas aglutinadoras de las aspiraciones de los conjuntos sociales. Además, a estas estrategias debemos pedirles que, a pesar de ser revisadas y corregidas, sean los derroteros estables en suficiente plazo para poder observar los resultados esperados.

Hay, a su vez, otra característica que importa destacar, y que se puede considerar derivada del carácter de largo plazo intrínseco a las construcciones estratégicas, en especial en las construcciones a nivel país o región: trascienden generalmente los períodos de los Gobiernos democráticos, de los cuales nos importa señalar que somos fervientes partidarios.

Todos estos atributos han llevado a colocar en el centro de los escenarios colectivos la necesidad de encarar espacios institucionales específicos y propios.

Es el reto de las empresas, entre otros. Los clientes, en su concepción más amplia, los trabajadores, proveedores y los accionistas deben analizar nuevos espacios diferentes a los actuales, en pos de unir voluntades entorno a la construcción de un valor compartido hacia el futuro. Una labor que requiere aportes de todas las capacidades presentes y acumuladas, asumir los riesgos inherentes, y consensuar y compartir la retribución a esa creación de valor conjunta.

Ocurre algo similar en el nivel de los países y las regiones, donde son imprescindibles tanto los consensos sobre la interpretación del futuro, como los equilibrios para priorizar el bienestar presente y las construcciones de un mejor mañana, o la necesaria continuidad y conciencia de espera de resultados que se han diseñado. Sin duda que son procesos de construcción complejos. No existen las respuestas únicas o las imitaciones, menos aún sin contextuarlas y contrarrestarlas con la cultura sobre la que se construye. En cualquier caso, es una contribución fundamental para profundizar en la identidad propia, y en la diferenciación del país, la región o empresa en la búsqueda de una posición única sostenible.

Se considera vital, entonces, la participación responsable de todos los agentes que involucra, no siendo tarea exclusiva ni de un gobierno, ni de una institución ni de un sector, ni de un segmento de la empresa.

La experiencia muestra además, la necesidad de reconocer desde el «vamos», los diferentes roles de los actores involucrados en las construcciones a realizar, debiéndose respetar el «ganarganar» entre las relaciones e interacciones entre todos y cada uno de ellos.

La articulación innovadora de empresas, gobierno y sociedad, cuando hablamos de un país, y de clientes, trabajadores, proveedores y accionistas en el ámbito de las empresas, lleva a destacar la importancia de que los procesos de construcción competitiva muestren una visión sistémica e inclusiva, y una institucionalidad propia.

Es por ello importante promocionar y habilitar espacios de participación que faciliten el intercambio y el consenso de opinión responsable. Espacios de participación y articulación que convoquen para la construcción de diálogos, que compatibilicen disensos, y logren un ambiente de respeto y tolerancia que facilitará las puestas en común y construcciones en el largo plazo.

Los desafíos son muchos. Así es este mundo con nuevos paradigmas, donde las crisis financieras se combinan con el calentamiento global, los augurios de escasez de agua, de crisis de proteína, de inestabilidades varias. Un mundo, empero, donde también conviven mayores dosis de conocimiento en poder de más gente, mayores oportunidades y cambios tecnológicos y redes que auguran y propician creaciones de conocimiento crecientes y de empoderamiento comunitario, junto a niveles menores de pobreza global, aunque éstos continúen en valores que preocupen.

El mundo cambia a una velocidad nunca vista. Un niño de 7 años tiene tanta información disponible como el antiguo emperador romano. Las tendencias nos muestran que en menos de 50 años el PBI de India más China será más del 50% del PBI del G20 y que la Unión Europea y EE.UU. representarán poco más del 10% del mismo. Los cambios y las perspectivas son tales que se hace necesario tenerlas en cuenta y repensar estrategias.

En esta frenética evolución, encontramos hechos incontrastables: nada de esta complejidad permite el trabajo en solitario, y al contrario, se requiere cada vez más de la unión y los esfuerzos en conjunto.

La voluntad explícita y el criterio central deberá ser el «sumar», con especial interés en aprovechar las ventajas relativas que proporciona unir las fuerzas del mercado, del Estado y de la sociedad civil en su conjunto.

Por lo cual la institucionalidad y su organización son críticas tanto para las construcciones actuales como para propiciar la continuidad de las acciones y políticas, hacia el futuro. Solo así, la construcción deja de ser una teoría para pasar a ser un proceso acumulativo de acciones que buscan satisfacer un interés común y compartido, donde la transparencia y el rendir cuentas deberán estar necesariamente presentes y donde la innovación de la gestión será un nuevo paradigma.

La competencia es muy fuerte en todos los niveles: empresas, sectores, regiones y países. Para sortear con éxito este recorrido, debemos aprender a colaborar para mejorar posiciones, a reconocer el valor que cada uno aporta, y a buscar recompensar con equilibrio justo estas contribuciones.

No podremos afrontar este nuevo futuro sin experimentar profundos cambios. Necesitamos institucionalidades propias que no obedezcan a fórmulas preestablecidas, modelos que se adapten al legado histórico del país, región o empresa, y que consensuen y premien las aspiraciones legítimas de creaciones de valor compartido. Sólo así la construcción dejará de ser un papel para empezar a ser un proceso acumulativo de acciones que buscan satisfacer un interés común y compartido.

Sólo así, repetimos, será posible conocer el hoy, pensar y anticipar el mañana y construir un futuro, con visos de estabilidad y perdurabilidad.

La competitividad no se construye con un documento: se sintetiza en un documento.

La institucionalidad y su organización son su premisa.

Escrito por Primavera Garbarino, INTEGRAN CONSULTING
Ir al contenido