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El apasionante desafío de la Revolución 4.0

Asistimos a una verdadera revolución en la que todo lo imaginable y deseable resultará posible, en la medida en que seamos capaces de integrar la esencia tecnológica y social requerida. Este nuevo proceso y dinámica de escenarios es la Revolución 4.0. Todo un espacio, incierto y complejo, lleno de oportunidades para generar mayor valor para la sociedad, una economía más eficiente y productiva, mayores capacidades para responder a las necesidades sociales y afrontar nuevos modelos de crecimiento y progreso social, transformando la naturaleza del trabajo, con más, nuevos y mejores espacios de empleo facilitando el acceso al conocimiento y la tecnología para todos.

En el pasado año 2015 la atención empresarial se concentraba en la potencial salida de la crisis, tanto en el “cuándo” como en el “quiénes”, y “hacia dónde”, en el marco de un amplio debate sobre el crecimiento y desarrollo incluyentes. A esto se unía la irrupción de las aplicaciones de las TIC y su generación de industrias híbridas, con un generalizado reclamo de las estrategias y proyectos piloto para afrontar el desafío de la Industria 4.0. Ocurrió también el rebrote de la literatura en torno al dominio de la “Digitalización de la Economía” o al omnipresente “Internet de las Cosas”. Teniendo en cuenta todo esto, parecería razonable iniciar 2016 con una reflexión en torno a un concepto que, si bien parece subyacente a todos los anteriores, va mucho más allá de una simple cuestión terminológica: “la verdadera Revolución 4.0”. Revolución que ya está transformando nuestras vidas (aunque muchos aún no lo hayan notado), reinventando nuestros sistemas educativos, reconfigurando el empleo de hoy y de mañana, y dando lugar a nuevas industrias, nuevas empresas, nuevas profesiones, diversos modos de gobernanza, y recomponiendo el mapa de países y regiones ganadoras y/o perdedoras.

Esta nueva revolución en curso, denominaciones aparte, no es un reclamo del marketing vendedor de los eslóganes de nuevos programas de promoción empresarial, ni la nueva ola de oferta consultora al uso. Es, sí, lo suficientemente novedosa como para incidir en la esencia de la competitividad de nuestras empresas, naciones y gobiernos; está presente en nuestra vida diaria y exige la revisión y adecuación de nuestro entramado básico de desarrollo. Así, veinticinco años después de la llegada de la ola de la competitividad que, afortunadamente, nos ha traído hasta aquí y que hemos celebrado hace tan solo unos meses1, nos encontramos ante todo un nuevo desafío.

En esta ocasión, no asistimos solamente a la magia revolucionaria de la transmisión y conectividad de la información vía Internet, ni a la interacción transformadora de todas las industrias reconfiguradas con la fuerza diferencial de la tecnología digital; ni tan siquiera a una sustitución de un mundo analógico por otro digital, o a la desmaterialización de los productos “físicos” y su remplazo por “productos-servicios-soluciones” (offerings) de inimaginable trascendencia en sus proposiciones de valor (cada uno de ellos y, por supuesto, su actuación convergente y conjunta). Asistimos a una verdadera revolución en la que todo lo imaginable y deseable resultará posible, en la medida en que seamos capaces de integrar la esencia tecnológica y social requerida. Este nuevo proceso y dinámica de escenarios es la Revolución 4.0. Todo un espacio, incierto y complejo, lleno de oportunidades.

Pero… ¿qué hace diferente esta nueva revolución respecto a las anteriores “Revoluciones Industriales” conocidas?

Si atendemos a Porter y Heppelmann (“How Smart connected products are transforming Companies”. HBR) no es su presencia interconectando diversos elementos con internet en todo tipo de tareas y actividades humanas lo que supone la esencia transformadora (Internet de las cosas), sino el verdadero cambio de la naturaleza misma de las cosas. O, en palabras del WEF (Foro Económico Mundial), a través de su portavoz en la materia, Justine Cassell, ante el “Gran Desafío para cambiar el mundo, “mientras el hombre diseñó e inventó máquinas para sustituir la fuerza (humana y animal) en el trabajo, hoy se empeña en que la máquina le sustituya en su inteligencia decisoria” (Inteligencia Artificial, robótica, automatización y Datos).

En todo caso, asistimos a la presencia de un nuevo factor esencial de la economía, “DATA-X”, que no sólo se une al capital, la tierra y el trabajo, sino que transforma el sentido y uso de los anteriores a la búsqueda de “nuevos elementos pensantes que pudieran sustituir al hombre en la toma de decisiones”.

“DATA-X” sería este nuevo ingrediente propio de la nueva mentalidad y praxis revolucionarias. Integra, en un nuevo sistema convergente las aplicaciones de las tecnologías de la información, combina hardware, software e innovación social en la desmaterialización de productos, genera nuevas industrias -ya híbridas- que superan barreras sectoriales clásicas y genera nuevas industrias, provoca diferentes modelos de negocio, rompe las reglas del juego, impulsa el nacimiento de nuevos jugadores y modelos empresariales. Una nueva concepción de las ya tradicionales bases relacionadas, en combinación con todo tipo de información inteligente que proporciona, de forma consciente o no, el consumidor, el entorno, las personas relacionadas con el objetivo perseguido y las propias máquinas y elementos materiales o no, implicados en cualquier proceso (en especial manufacturero y de servicios en su nueva vida convergente e indisociable).

Una revolución que exige nuevas infraestructuras (hard, soft, inteligentes y humanas) capaces de transformar los productos-solución desmaterializados resultantes, conectarlos al nuevo espacio emergente y dominante (la Nube) y garantizar libertad-seguridad-acceso a la misma, al servicio de las personas que habrán de reorganizarse en las empresas, gobiernos y comunidades. Personas que demandarán formación y competencias diferentes a las que hasta hoy hemos requerido y que, en consecuencia, obligarán a una profunda modificación de nuestros sistemas educativos, nuestras estructuras organizativas, nuestros modelos de empresa y gobierno y políticas públicas de promoción empresarial y desarrollo económico.

Una vez más, la nueva revolución toma de las ya hoy viejas revoluciones anteriores los marcos básicos de referencia sobre los que ha de introducirse la revisión novedosa de la marea transformadora: obliga a diferenciar los productos y su relación con las soluciones de los nuevos y diversos consumidores con demandas personalizadas, transforma las ya clásicas cinco fuerzas soporte y diferenciadoras de las industrias base que se convierten en ese nuevo modelo de “industrias híbridas”, impactando en forma distinta a cada una de ellas, cada vez más clusterizadas; provoca sistemas novedosos y vuelve a poner en valor las infraestructuras, si bien esta vez pasan por dotarse de “plataformas CLOUD” y exige a cada Territorio garantizar el acceso (en especial a sus empresas y personas) a las principales Cadenas Globales de Valor.

Una revolución que exigirá de la adecuada discriminación y selección tecnológica, pero que, por encima de este aspecto crítico, recupera -más que nunca- el valor de la Estrategia, de la elección de lo que queremos que sea nuestra oferta y proposición del valor más allá del producto en sí. Todo un desafío, necesidad de nuevas mentalidades, de nuevas competencias y capacidades, nuevas herramientas, nuevas organizaciones e innovadores modelos de negocio. Y, por supuesto, una nueva gobernanza. Es el momento de un nuevo escalón cualitativo en aquel reclamo de “Netting coopetitive strategies through knowledge: Business, Government and Communities”que parecía abrir las puertas a una nueva concepción del conocimiento como factor esencial en la creación de estrategias coopetitivas en red, necesitadas de los principales agentes colaborativos (empresas, gobiernos y Comunidades), desde una revisada conectividad y uso inteligente y práctico del conocimiento.

Como todas las revoluciones, no supone la eliminación de todo lo aprendido para empezar de cero. Por el contrario, hemos de recurrir a todo el “andamiaje” desarrollado para conocer la importancia de la estrategia, la visión y la formulación de proposiciones únicas de valor en cada empresa y País, definir modelos de negocio diferenciados (generadores de valor empresa-sociedad), actuar sobre la totalidad de los determinantes de la competitividad y el bienestar de forma sistémica (e incluyente), entendiendo los “países-región” en los que operamos, identificando roles específicos en las cadenas globales de valor relevantes para nuestra elección estratégica, bajo un enfoque clusterizado (cada más relevante en este mundo interdependiente, multi-industria, “glokalizado” e interconectado) que no sectorial. Entramado básico que seguirá vigente, si bien con la complejidad e incertidumbre añadidas de esta nueva desmaterialización y digitalización de productos-solución inteligentes, multi-conectados.

En definitiva, estamos ante un apasionante desafío lleno de nuevas oportunidades para generar mayor valor para la sociedad, una economía más eficiente y productiva, mayores capacidades para responder a las necesidades sociales y afrontar nuevos modelos de crecimiento y progreso social, transformando la naturaleza del trabajo, con más, nuevos y mejores espacios de empleo facilitando el acceso al conocimiento y la tecnología para todos. Grandes oportunidades a la espera de quienes acepten jugar un nuevo juego con nuevas reglas que demandan nuevas competencias y habilidades. Más que nunca, el verdadero empresario-emprendedor es y será el auténtico agente de cambio, generador de negocios exitosos y negocios de valor al servicio de las personas. Una actividad y espíritu emprendedor, esperable -también- en los “nuevos gobiernos” que se requieren.

Una revolución, desde el conocimiento, con el motor innovador de la sociedad en la que todo sueño es realizable. Incertidumbre y complejidad, sí. Pero, sobre todo, nuevos escenarios a nuestro alcance.

Escrito por Jon Azua, Presidente Enovatinglab.

 

1 El año 2015 supuso el XXV aniversario de la publicación de “la Ventaja Competitiva de las Naciones” de Michael E. Porter, considerada la obra “global” de mayor impacto en la competitividad a lo largo del mundo. 

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