COVID-19. Viviendo una experiencia vital y social única: aprendizajes para el futuro
- junio 30, 2020
- junio 30, 2020
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El mundo se ha visto convulsionado por la pandemia suscitada por el COVID-19 en los fundamentos de la sociedad. Además del profundo dolor por las pérdidas humanas y la adopción de medidas inimaginables que afectan a todos los ámbitos de nuestra vida personal y social, se ha producido una necesidad de replantearnos el modelo de sociedad en el que nos hemos ido instalando y la prevalencia de valores. Tenemos que ser capaces de aprender de la experiencia vivida y generar nuevas dinámicas de convivencia, donde la Comunidad articulada en espacios de diálogo, participación y compromiso nos ayude a transitar a un mundo nuevo más sostenible y solidario en el que convivir. He querido compartir con los lectores algunas reflexiones sobre el impacto en nuestras vidas a nivel sociedad, empresa y políticas públicas, como mecanismo para fomentar el diálogo y la búsqueda de algunas claves para el recorrido que iniciamos tras el confinamiento.
La realidad supera la ficción. Esta pandemia nos está haciendo vivir una experiencia inédita y tremendamente traumática. Por la enorme pérdida de vidas humanas, el sufrimiento de tantas personas afectadas por el virus, el colapso de los sistemas sanitarios, la pérdida de la relación humana en toda su extensión, el confinamiento social, etc.
Los que vivimos en Occidente, estábamos acostumbrados a ver las crisis humanitarias en las pantallas de nuestros televisores. Las contemplábamos con lejanía y distanciamiento. Sin embargo, esta pandemia se ha metido en nuestras casas, en el sentido más literal. Confiemos en que de esta experiencia salga reforzado nuestro compromiso colectivo y solidario. Esperemos que nos haga reflexionar y replantearnos nuestras prioridades existenciales.
Tenemos ante nosotros grandes desafíos sanitarios, económicos y sociales a los que hacer frente. Nos toca a cada uno de nosotros, sin excepción, convertirnos en agentes de primera línea de acción, desde nuestros respectivos ámbitos de actuación específicos y de acuerdo con nuestras potencialidades. En las siguientes líneas se incorporan, desde mi humilde punto de vista, unos aprendizajes de la pandemia que cuestionan, individual y colectivamente, la naturaleza de nuestra sociedad, las políticas públicas y las empresas.
SOCIEDAD
1.- Todos los seres humanos somos iguales, sin distinciones de sexo, raza, religión o condiciones socio-económicas. Es la mayor enseñanza de esta pandemia y nos debería permitir generar mecanismos para avanzar hacia una sociedad más justa. ¿Seremos capaces de no olvidarlo al volver a la realidad cotidiana?
2.- La prevalencia del ser frente al tener. Nos ha enseñado, con crudeza, las prioridades existenciales, cuestionando la sociedad materialista y de consumo en que vivimos. Nos ha hecho centrarnos en lo verdaderamente relevante en la vida y dar menos valor a muchos de los símbolos del éxito social.
3.- El valor de la cooperación y de la solidaridad. Sin la cooperación de la ciudadanía, el trabajo compartido de todos los agentes en la lucha contra la pandemia y la solidaridad con quienes más lo necesitan, el drama humano hubiese sido mayor. Debemos avanzar hacia una sociedad más cohesionada.
4.- La importancia de la salud y lo “corto” de nuestra existencia. Nos ha mostrado que somos efímeros y todo puede desaparecer en un segundo. Nos ha manifestado la necesidad de centrarnos en lo relevante, mejorar nuestros hábitos de vida y apurar toda la esencia de nuestro paso por la tierra.
5.- La importancia de la familia y los entornos más próximos, la corresponsabilización en el cuidado de los más desprotegidos. Nos ha acercado al prójimo, ha puesto a prueba la importancia de la convivencia con nuestras familias, vecindario y allegados, y ha hecho posible que profundicemos en esos vínculos. Deberíamos dar más importancia a los pequeños detalles de la convivencia, clave de las relaciones humanas.
6.- La importancia de muchos roles y trabajos que han estado desconsiderados, la persona por encima del título, el cargo o la posición social. Nos hemos dado cuenta de la importancia de muchas capas ocultas de la población, que son determinantes en la vida de nuestra sociedad. Los mecanismos de reconocimiento, repartos adecuados de rentas y valoración social de todos los trabajos deberán desarrollarse más y mejor.
7.- La importancia de la interconexión en todos los ámbitos de la vida. Nos ha demostrado la profunda conectividad internacional de nuestras vidas. El mundo se ha hecho pequeño e interconectado. Tenemos la oportunidad de mirar con otros ojos a las regiones del mundo más desfavorecidos y contribuir a su desarrollo en condiciones de vida más humanas.
8.- La necesidad de promover la Comunidad como espacio de desarrollo humano sostenible. Es la constatación de que solo seremos capaces de construir una sociedad en la que valga la pena vivir si actuamos desde la responsabilidad individual, el compromiso compartido, la búsqueda del bien común sobre el individual, la adecuada asignación de recursos, la solidaridad y el apoyo a los más desfavorecidos.
EMPRESAS
1.- La empresa como generadora de riqueza. La crisis sanitaria ha atacado ferozmente el tejido empresarial, que verá muy mermada su capacidad de generar riqueza y empleo durante un tiempo prolongado. Debemos reivindicar al papel determinante de la empresa en la sociedad para generar bienestar social. Poner a la empresa en el centro de la dinámica de cohesión social.
2.- Comunidad de Personas, personas competentes y comprometidas. La competitividad de las empresas está intrínsecamente ligada a la generación de un proyecto compartido entre los miembros de la organización. Tenemos que aprovechar el momento para fortalecer la empresa como Comunidad de Personas que favorezca, entre otras facetas, la cooperación, la solidaridad, el diálogo, la contribución al proyecto compartido y el adecuado reparto de rentas.
3.- Liderazgos nuevos, por confianza y no por autoridad. Nos ha dado la oportunidad de avanzar hacia nuevas formas de liderar los equipos en la distancia a través de la confianza, la autoritas y la persuasión. En el futuro, evolucionará hacia novedosos métodos de educar, persuadir, motivar, empoderar y potenciar las capacidades de las personas; al amparo de nuevos mecanismos de comunicación y con mayor implicación en el impacto social de la organización.
4.- Nuevos modelos de organizaciones. Ha contribuido a acelerar algunos mecanismos de organización y gestión empresarial. La explosión del teletrabajo, el achatamiento de las organizaciones, la dificultad de ejercer el control estructurado y la importancia de la conciliación familiar-laboral van a condicionar el funcionamiento de las organizaciones del futuro.
5.- Importancia de adaptar productos y servicios a solventar problemas sociales. Los principios de valor compartido empresa-sociedad adquirirán una singular relevancia. Más que nunca, vamos a necesitar enfocar el desarrollo de la competitividad empresarial haciendo frente a retos de la sociedad, vinculados con los ODS-Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se abrirán nuevos horizontes de pensamiento, que pueden confluir en nuevas soluciones y modelos de negocio.
6.- Intraemprendimiento en la práctica. La apuesta por el emprendimiento corporativo (sin menospreciar el emprendimiento individual) ha salido reforzada. Muchas empresas han demostrado una gran habilidad para adecuar sus líneas de actividad y contribuir en la crisis sanitaria mediante la utilización de sus capacidades básicas y la cooperación con otros agentes.
7.- Refuerzo de las competencias esenciales. Ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con competencias o capacidades diferenciales para competir y adaptarse a los cambios. Ante el nuevo escenario que nos toca enfrentar, será fundamental fortalecerlas y utilizarlas para generar nuevas estrategias de diferenciación. Las personas son la clave. La apuesta por la aportación de valor desde el conocimiento es la mejor manera de abordar el futuro.
8.- Gestión dual o ambidiestra de las organizaciones. La situación obligará a las empresas a reforzar su capacidad de gestión dual o ambidiestra: explotar el presente y explorar el futuro van a ser las dos caras de la moneda de la gestión empresarial. Porque no debemos olvidar que necesitamos gestionar el ahora y tener sentido de dirección de largo plazo para el proyecto empresarial. Para explorar nuevas oportunidades y, a partir de ellas, comenzar a avanzar en pos de nuevos retos y proyectos empresariales.
9.- Impulso importante a la digitalización. La pandemia y el drástico cambio en la forma de trabajar nos han puesto en claro que el proceso de adaptación de nuestro entorno empresarial a la digitalización está todavía en una fase incipiente. Los retos para las organizaciones han sido más evidentes que nunca: la adecuada utilización del big data para gestionar las organizaciones, la conectividad con los agentes del entorno, el desarrollo de la ciberseguridad, el teletrabajo como gestión de las organizaciones, etc.; han sido un reto para la mayoría de las empresas. Tenemos que acelerar nuestro ritmo de transición hacia el nuevo mundo que nace de este proceso.
10. Oportunidades de negocio como consecuencia de la ruptura de las cadenas globales. La crisis de la pandemia dará lugar a un replanteamiento de las políticas de muchas empresas sobre su estrategia de futuro en lo que, muy previsiblemente, romperá o generará huecos en las cadenas globales que se han ido construyendo en los últimos años. El reparto de las actividades dentro de esas cadenas previsiblemente sufrirá mutaciones relevantes. Nuestras empresas tendrán que monitorizar estos cambios y adaptar sus estrategias a las nuevas oportunidades que se producen en las deconstrucciones de los mercados.
11.- Oportunidades derivadas de los stocks de seguridad en cuestiones básicas. Muchos gobiernos han sido conscientes, por la brutalidad de la crisis sanitaria, de la vulnerabilidad de sus sistemas de gestión cuando no se dispone de proveedores alternativos cercanos. Si consideramos que estos hechos pueden producirse con mayor regularidad por la globalización y la interconectividad a escala mundial, se presenta una oportunidad para que empresas de nuestro entorno puedan emprender líneas de negocio nuevas. La fabricación local de determinados productos y programas de compra pública protegida, como medida de seguridad de suministro interno, va a crear nichos de mercado que permitirán sostener la actividad o generar oportunidades de innovación para las empresas.
12.- La cooperación como elemento clave para la mejora de la competitividad de la empresa. Los tiempos recientes nos han dejado un buen ejemplo de la relevancia de la cooperación para la mejora de la competitividad de las empresas. Hemos visto a muchas empresas reaccionar en este sentido durante la crisis sanitaria: han reflexionado sobre la posibilidad de construir valor sobre las capacidades propias de la organización y en colaboración con actores de otros sectores de actividad, para generar nuevos productos, soluciones y servicios que impactan positivamente sobre las necesidades sociales.
13.- El optimismo sobre una rápida recuperación de la demanda es peligroso. Aunque tenemos que mirar el futuro con optimismo y con ambición de mejorar nuestro posicionamiento competitivo, seamos conscientes de que el escenario de futuro es terriblemente comprometido. La frase “prepararnos para lo malo y trabajar para lo deseable” expresa claramente esta necesidad de combinar realismo y optimismo para maniobrar en aguas turbulentas. Las crisis anteriores nos han demostrado que hay claves sobre las que trabajar para salir reforzados de los tiempos oscuros: la cooperación, la ambición de fortalecer el proyecto empresarial, la consciencia social de la aportación de valor a la sociedad o el desarrollo de la comunidad de personas de la organización, entre otras. Apelemos a ese espíritu para preservar y desarrollar los proyectos empresariales. La sociedad los necesita hoy más que nunca.
GOBIERNOS
1.- Énfasis en la persona y la Comunidad de las políticas públicas (ODS). La gestión debe realizarse situando a la persona y a la Comunidad en el eje de todas nuestras políticas públicas. Es un buen momento para acelerar la configuración de estrategias de actuación que permitan adecuarnos y asignar los escasos recursos públicos al desarrollo de algunos de los ODS y repensar nuestras prioridades para enfocar adecuadamente el esfuerzo público hacia resultados tangibles. Debemos huir del “maquillaje” para dar paso a una auténtica vivencia de estos objetivos en todos los ámbitos de diseño de políticas públicas y en la movilización de la sociedad.
2.- El avance en bienestar actual y de las futuras generaciones como instrumento para medir la competitividad y formular el presupuesto de las instituciones públicas. Necesitamos dotarnos de una nueva fórmula para medir la competitividad y el bienestar de los territorios. Una aproximación similar al “Living Standards Framework” de Nueva Zelanda, por ejemplo, que evoluciona los indicadores exclusivamente económicos hacia un sistema que mide el bienestar intergeneracional, que incluye el estado actual de bienestar de la ciudadanía, el bienestar del país y la capacidad de generar bienestar para las generaciones del futuro. Bajo este esquema se formulan los presupuestos públicos y se evalúa su impacto.
3.- Liderazgos y trabajo colaborativo. Confío en que esta crisis nos conduzca a la consolidación de liderazgos que combinen adecuadamente la movilización de agentes sociales en torno a un trabajo colaborativo para abordar los enormes retos que nuestra sociedad tiene por delante, poniendo énfasis en la generación de esa Comunidad movilizada para conseguir mayores cuotas de bienestar actual y futuro. Deberíamos favorecer mayores niveles de diálogo y compromiso colectivo a la hora de definir estrategias y líneas de actuación para implantar los proyectos, de evaluar los instrumentos y medidas desarrolladas, etc. De la creatividad y solidaridad de los balcones debemos pasar a ejercer este espíritu en nuestro trabajo diario.
4.- Poner en valor lo público. La crisis ha reivindicado el papel de lo público como dinamizador y garante de una sociedad más justa y competitiva. La importancia decisiva de contar con un excelente servicio de salud público, una red de enseñanza potente y con capacidad de adaptación a los cambios de entorno, la existencia o no de una buena gestión de los recursos económicos que mitiga las consecuencias dramáticas de la crisis, unos sistemas de gestión de emergencias e infraestructuras adecuados, etc. De cara al futuro, y sin abogar por la publificación de toda la actividad del país, debemos fortalecer los sistemas que generan mayores niveles de igualdad, fortalecer nuestro sistema educativo, sanitario y de prestación de servicios sociales y generar dinámicas que potencien el sistema de generación de riqueza del país.
5.- Repensar el concepto de bienestar. Podemos y debemos ser agentes del cambio hacia una sociedad de valores, asentada en los principios comunitarios, y contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a la reducción de las desigualdades sociales. Colectivamente debemos favorecer un proceso de reflexión sobre el concepto de bienestar. Incorporar al mundo educativo, político, económico, cultural y social en dinámicas de discusión y de transformación social, centrada en las personas y el bienestar colectivo. Poner el bien común por encima del bien individual debe estar grabado a sangre y fuego como aprendizaje de la situación vivida.
6.- Repensar nuestro modelo educativo como base para el desarrollo de una sociedad más justa y solidaria. Un modelo educativo que potencie el “ser” frente al “tener”, la cooperación como mecanismo de mejora de la competitividad y la cohesión social, la comunicación, la experimentación de nuevos modelos y formas de aprender, la conectividad, el aprovechamiento de la multiculturalidad, etc. Debemos educar a nuestros niños y jóvenes en valores, competencias y conocimientos adaptados a las nuevas realidades, formar profesorado de alto nivel y que tenga una adecuada compensación, generar métodos que fomenten la curiosidad intelectual de los alumnos, el rigor crítico, la capacidad de aprender, el trabajo en equipo, el emprendizaje, la creatividad, la diversidad, la integración competitividad/cohesión social, etc.
7.-Apuesta decisiva por la industria manufacturera como eje de dinamización de los mecanismos de generación de riqueza. Nos otorga una fortaleza para la recuperación, por su impacto en términos de generación de riqueza y empleo de alta calidad; su resiliencia a través de modelos de negocio internacionalizados y acostumbrados a las exigencias y crisis de negocio; su capacidad de adaptación y aprovechamiento de oportunidades y desarrollo de nuevos productos y servicios; las oportunidades derivadas de una previsible tendencia “make and buy local”; el ecosistema de I+D+i y conocimiento a su alrededor que podemos aprovechar para nuevas necesidades; la cultura manufacturera y sus valores a nivel de sociedad, etc.
8.- Dotar con recursos públicos a lo relevante: generar riqueza y reducir las desigualdades sociales. Vamos a necesitar ingentes cantidades de recursos -públicos y privados- para pilotar la transición. Este hecho debería forzar a las administraciones públicas a repensar las prioridades de actuación y la asignación de recursos, con un planteamiento agresivo. Aplicar las teorías del presupuesto base 0, para ver qué es lo que realmente aporta valor al bienestar social (desde la óptica pública) y focalizar allí la asignación de recursos para realizar la gestión más eficaz y eficiente en este entorno de alarmante escasez.
9.- Gestión dual del momento que vivimos: atender la emergencia actual con prioridad en las personas y preparar el futuro. La enorme cantidad de necesidades económicas y sociales que se derivan de esta pandemia va a someter a las administraciones públicas a una presión por lo urgente y lo inmediato. Tendremos que gestionar ambidiestramente nuestros recursos. Poner foco en mejorar la situación y atención de las personas en estos momentos de acuciante necesidad movilizando todos los recursos propios, de otras administraciones y del sector privado y también atender aquellas políticas públicas que nos ayuden a configurar las avenidas de riqueza y bienestar del futuro. La gestión dual del presupuesto será una de las claves del compromiso de nuestra sociedad con el bienestar intergeneracional.
10.- Innovación y experimentación constantes. La exigencia de una administración pública puntera, innovadora y creativa se ha hecho muy patente en la pandemia. Debemos inculcar en nuestra administración una dinámica permanente de innovación y experimentación que haga avanzar el diseño de políticas y prácticas públicas para la mejora del bienestar de nuestra sociedad. La pandemia, que ha puesto en evidencia la necesidad de transformar la forma de trabajar de las empresas, también lo ha hecho en las administraciones públicas. Quizás sea el momento de repensar el sistema que nos ha traído con éxito hasta 2020, pero que seguramente no podrá hacerlo los próximos 40 años.
11.- Relajación temporal de las políticas de estabilidad presupuestaria para generar recursos de apoyo a la salida de la crisis. Soy consciente de la dificultad de extralimitar la capacidad de endeudamiento de las administraciones públicas, pero creo que es momento para flexibilizar estas dinámicas. Nos enfrentamos a una situación sin precedentes, y para hacerle frente necesitamos contar con recursos excepcionales. La UE, el FMI y otros organismos internacionales se han mostrado más sensibles a este tipo de políticas de flexibilización del déficit público y a la búsqueda de mecanismos de financiación alternativos. Exploremos esta vía con decisión para fortalecer la capacidad para superar la situación actual y crear el futuro.
12.- ¿Existe una nueva lucha de clases? ¿Los que viven del salario público vs el resto de la sociedad? Estamos asistiendo a una paralización cuasi absoluta de la vida económica del país y quienes pertenecemos al entorno privado tenemos una gran espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Mientras tanto, las personas vinculadas con la administración, no ven afectadas en la misma medida sus condiciones laborales, tienen seguridad en el empleo y tienen un a menor preocupación por el futuro. ¿Es justo que carguemos los efectos de la crisis en una parte de la población? Muchas veces, cuando asistimos a algunas políticas públicas de gestión de personas en las organizaciones, quienes trabajamos en el sector privado no nos sentimos entendidos y reflejados. Me gustaría que, fríamente, reflexionáramos sobre esta cuestión y obremos en consecuencia.
13.- Promover la participación de la sociedad en la construcción de una Comunidad en el País articulada hacia mejora de la igualdad y el bienestar. La contribución individual y colectiva a la solución de la pandemia ha sido meritoria. No podemos dejar caer en saco roto este activo, que deberá contribuir a fortalecer la consciencia de nuestra sociedad sobre la necesidad de trabajar unidos, focalizar las metas y apoyar de forma consciente a quienes lo necesiten, huyendo de egoísmos y beneficios exclusivamente personales. Debemos aprovechar el momentum para movilizar a la sociedad al trabajo compartido y a la creación de una sociedad más justa y solidaria. Tenemos la enorme responsabilidad de canalizar la energía y el corazón hacia ese objetivo compartido, movilizándonos inteligentemente.
14.- Avanzar en acercar los servicios asistenciales a las personas a su hábitat natural, buscando la corresponsabilidad en la prestación. La calidad de los servicios sociales ha sido clave en la lucha contra la pandemia. La situación vivida incita a acelerar la búsqueda de una corresponsabilización y colaboración con la sociedad en la prestación de estos servicios. Será imprescindible mejorar la autonomía de las personas, actuar en los ámbitos específicos de su vida, a través de dinámicas de autodesarrollo y de apoyo a las familias y el vecindario, para mantener mecanismos de cohesión social en régimen de igualdad. El compromiso intergeneracional cobra especial fuerza, generar condiciones sociales favorables para el hoy, sin olvidar a las futuras generaciones. Las políticas de actuación deben conjugar al unísono la gestión del presente y la preparación del futuro. Lograr un adecuado balance entre la gestión de las necesidades actuales y la sostenibilidad del sistema en el futuro.
15.- Acelerar el proceso de digitalización en nuestra sociedad. Una de las políticas públicas más importantes en los próximos años estará centrada en fortalecer el proceso de transformación digital de nuestra administración pública, del mundo educativo, de las empresas y de la sociedad en general. Debemos centrar esfuerzos en favorecer mecanismos de cohesión social impulsados por esta digitalización, procurando desplegar iniciativas que luchen, al mismo tiempo, contra la brecha digital. Deberemos profundizar y debatir sobre los nuevos derechos y obligaciones digitales, el derecho de acceso a datos o información, la vigilancia sobre el uso ético de los datos, la ciberseguridad, la responsabilidad, los marcos regulatorios, etc.
16.- Mejorar nuestra eficiencia de la política tecnológica: mayor concentración de las apuestas en focos concretos de investigación, retos competitivos y de ODS, contribución práctica. Tenemos que revisar nuestra política tecnológica para fortalecer su capacidad de contribuir de forma práctica a la solución de los retos competitivos y de mejora del cumplimiento de los ODS en nuestra sociedad, focalizando esfuerzos y generando mecanismos de interacción con las empresas, gobiernos y agentes socio-económicos para fortalecer el impacto de nuestra investigación en la competitividad de nuestro país.
CONSIDERACIONES FINALES
Nos encontramos ya ante un mundo nuevo que ha sufrido una tremenda convulsión. Tenemos que ser conscientes de que esta situación va a poner en jaque planteamientos geopolíticos relevantes, movilizará las actuaciones de gobiernos (de todo tipo), promoverá cambios en algunas cuestiones sociales, nos obligará a replantearnos la naturaleza de la globalización y cuestionará algunas de las cadenas globales de producción, poniendo a prueba la solidez de la democracia y del estado del bienestar en Occidente.
Los siguientes son algunos de los elementos que serán fruto de reflexión y, posiblemente, de cambios en las actuaciones que determinarán el futuro de nuestra sociedad:
- La lucha por la hegemonía mundial entre USA y China (que ha salido fortalecida de esta crisis) se acrecentará en los próximos años, incidiendo sobre la competitividad y el bienestar de las sociedades de todo el planeta.
- La Unión Europea ha vuelto a decepcionar en su respuesta a los retos globales que enfrenta la Humanidad, dejándonos la duda sobre la eficacia de su funcionamiento y su impacto real en el bienestar de las personas.
La necesidad de proteger el planeta se ha hecho más evidente que nunca. Hemos asistido al espectáculo de la mejora en la calidad del aire y la limpieza de ríos y mares, lo que debería dar un impulso a esta batalla que tenemos por delante. - Tendremos que ser más solidarios. El fomento a la cooperación con los países más necesitados, la apuesta por un desarrollo socio-económico más armónico o la atención a las personas migrantes, entre otros, deberían adquirir un mayor protagonismo.
- Asistiremos a un debate profundo sobre la globalización. Aparecerán movimientos que aboguen por el cierre de las fronteras, por el proteccionismo a ultranza y por otras medidas que limiten la polinización de las economías y de las sociedades. Debemos poner énfasis en el refuerzo de nuestra identidad para poder dialogar y cooperar.
Se intensificará el debate sobre la seguridad y libertad que se ha suscitado con la implantación de los estados de alarma. En muchos casos, seguiremos enfrentándonos a prohibiciones de movilización y métodos de seguimiento y control. - Un riesgo enorme es el auge del populismo extremo y de los fascismos liberadores con falsas promesas de protección. Es momento de apelar a los comportamientos democráticos y al trabajo colectivo para sacar adelante esta difícil coyuntura.
- La proximidad será clave a la hora de tomar decisiones económicas y sociales que se adapten a las realidades de las personas y a su entorno. Un impulso al autogobierno, colaborador con otras instancias de gestión, incidirá en la conformación de comunidades de personas para abordar los desafíos y retos a los que nos enfrentaremos.
No hay respuestas ciertas a los retos presentes y futuros. Ni somos capaces todavía de imaginar todas las preguntas que tenemos que hacernos para afrontar el futuro con solvencia. Seamos optimistas. Estamos ante una nueva oportunidad de rehacer el camino y definir un libro de ruta más humano y cercano a las personas con la aportación solidaria de todos. Lo único cierto es que este camino nuevo no vendrá con libro de instrucciones, pero no olvidemos que conocemos los ingredientes básicos de la receta: creatividad, solidaridad, imaginación, trabajo compartido, autorresponsabilización, compromiso intergeneracional, entre otros.
Me gustaría terminar estas reflexiones con la motivadora frase que emana de un proverbio sudafricano: “el presente es confuso, el futuro perfecto”. Contribuyamos cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, a construir ese futuro perfecto.
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