La Universidad, que ya estaba inmersa en un proceso de transformación, se ha visto afectada de manera evidente por la pandemia del COVID-19, sumando nuevos retos y también esperanzadoras oportunidades de futuro. Aunque aún es pronto para afirmar con exactitud cómo se desarrollará la actividad universitaria a futuro, su naturaleza dinámica le permitirá seguir evolucionando y adaptándose a nuevos contextos. Previsiblemente, la “universidad del futuro” será más digital, flexible y personalizada, un espacio de generación de nuevas profesiones, y más abierta y colaboradora, para seguir jugando un papel estratégico en la competitividad de los países y en la construcción de una sociedad avanzada y de progreso.
Estamos viviendo una situación sin precedentes causada por el COVID-19. Todos los ámbitos de nuestras vidas se han visto afectados, y sobre el que queremos profundizar en este artículo, el entorno académico, ha sufrido los efectos del estado de alarma de forma muy evidente. Las y los estudiantes de todas las edades han pasado de recibir formación presencial a adaptarse a los métodos de la educación online a distancia, ofrecida por un claustro que ha tenido que modificar sus prácticas de forma radical.
Esta crisis llega en pleno proceso de cambio. La Universidad está inmersa en un escenario de cambio propiciado por fenómenos sociales, empresariales, tecnológicos y globales, con el objetivo de seguir siendo motor de conocimiento en el siglo XXI. Este nuevo contexto suma retos, pero también esperanzadoras oportunidades de futuro.
Históricamente, gracias a su naturaleza dinámica, la Universidad ha podido adaptarse a contextos cambiantes, y no hay motivos para pensar que no deba seguir siendo así en los próximos años, en los que, a priori, visualizamos una “Universidad del futuro” muy diferente a lo que es hoy.
Transformación digital de las universidades
El proceso gradual de transformación digital que estaban llevando a cabo las universidades se ha acelerado en el contexto actual.
En el ámbito de la formación reglada, la necesidad de adaptación de las universidades al entorno digital ha sido evidente. En los últimos años, se había avanzado hacia entornos interactivos con un acceso casi ilimitado a todo tipo de información en la red mediante una amplia variedad de instrumentos digitales, nuevos formatos y modelos de enseñanza con foco en la digitalización. La situación actual ha acelerado este proceso de transformación, forzando que tanto profesores como estudiantes se hayan tenido que familiarizar con nuevas plataformas, metodologías y formatos de aprendizaje en un tiempo record, demostrando su compromiso y su capacidad de reacción.
Las primeras en adecuarse a esta nueva situación fueron las universidades chinas. Entre ellas, destaca la Universidad de Zhejiang, una de las más antiguas y prestigiosas de China, como ejemplo de superación y de detección y aprovechamiento de oportunidades en un entorno incierto y adverso. Mientras otras instituciones educativas del país cerraban sus puertas, la Universidad de Zhejiang aceleró su proceso de transformación digital. El plan de contingencia llevado a cabo por la universidad permitió seguir adelante y sin retrasos con el calendario académico para todos sus estudiantes, nativos e internacionales, gracias al lanzamiento de una oferta formativa online con más de 5.000 cursos de grado y máster y una aplicación con retrasmisiones en directo que logró más de 300.000 visualizaciones en dos semanas.
La pandemia ha provocado la migración de los sistemas educativos de las universidades a la modalidad online de manera inmediata y abrupta y ha dado lugar en muchos casos a una “enseñanza de emergencia” en la que únicamente varía el canal que se utiliza: se sigue enseñando mediante el mismo método en el que el o la profesora explica al alumnado que atiende y estudia.
Esta adaptación de urgencia, por lo tanto, deja al descubierto retos sobre los que trabajar.
De un lado, queda comprobado el impacto de esta brecha, más pronunciada en el alumnado con menores recursos económicos, que no dispone de equipamiento informático ni acceso a conectividad. Con el fin de que ningún estudiante se quede rezagado por estos motivos, varias universidades del Estado han puesto en marcha, con carácter urgente, el préstamo gratuito de portátiles y la asignación de líneas de datos de alta conectividad. De otro, la educación a distancia tal y como se está desarrollando en gran parte de las universidades, dificulta el desarrollo de las clases prácticas. Su suspensión en el presente curso académico y la incertidumbre sobre el próximo pueden generar un déficit formativo en carreras que exigen de este tipo de formación práctica. Y finalmente, la traslación masiva a una educación online está poniendo a prueba la seguridad informática y la capacidad de garantizar protección de datos.
A pesar de que en términos generales podría decirse que el sistema universitario está saliendo airoso de la prueba de fuego que está suponiendo la pandemia del COVID-19, aún queda recorrido para seguir avanzando en la transformación digital y tecnológica de las instituciones universitarias.
¿Cómo será cuando estudiantes del ámbito sanitario aprendan asignaturas como anatomía utilizando unas gafas de realidad virtual que les permitan visualizar los órganos del cuerpo humano en 3D como si los tuviesen delante en lugar de valerse únicamente de imágenes de libros? ¿Cuánto facilitará la comprensión de diferentes procesos productivos para estudiantes de ingeniería el tener réplicas en los laboratorios gracias a la tecnología de gemelos digitales? ¿Cuánto facilitará el aprendizaje online el poder realizar prácticas en laboratorios virtuales sin necesidad de desplazarse a uno real? Estos son solo algunos ejemplos de lo mucho que la transformación digital y, en concreto, las nuevas tecnologías pueden cambiar nuestra forma de aprender.
En el ámbito de la formación para profesionales, veníamos acostumbrándonos paulatinamente a una oferta formativa online, con metodologías basadas en lecturas previas, videos con la exposición por parte del docente y su posterior debate. Los más que conocidos webinars permiten recibir lecciones magistrales, transmitir comentarios y plantear preguntas en cualquier momento y sin salir de casa. En estos tiempos, se está impulsando de manera importante la formación para profesionales, gracias a la generosidad de muchas instituciones que están ofreciendo de manera gratuita la mayoría de estas formaciones.
Entre los muchos ejemplos que podemos encontrar, destacan, a nivel local, el ciclo de webinars de la Universidad de Deusto, los webinars sobre educación, digitalización e innovación de Mondragon Unibertsitatea y el movimiento Stay Connected de Esade, que impulsan el aprendizaje continuo en distintos ámbitos formativos. En el plano internacional, las 8 universidades que forman la prestigiosa Ivy League han lanzado más de 400 cursos totalmente abiertos, online y gratuitos para quien desee aprovechar el tiempo de confinamiento formándose en centros de la élite mundial.
La duda reside en si las universidades serán capaces de monetizar o sacar rendimiento económico indirecto a estos nuevos productos formativos con ofertas de cursos relacionados de pago o mediante otras estrategias.
Los beneficios de la transformación digital son evidentes, y ya no es una opción, es una cuestión de supervivencia, sostenibilidad y un reto inaplazable. Puede que gracias al empuje que esta pandemia nos ha proporcionado, estemos cerca de un nuevo modelo de Universidad, una institución que combine lo mejor de ambos mundos, el físico y el digital.
Universidades flexibles y personalizadas
Además del avance en digitalización, la Universidad del futuro irá hacia una mayor flexibilización y personalización, y será cada estudiante quien, de manera más independiente y con apoyo de recursos interactivos, se responsabilice de su proceso de aprendizaje. Asimismo, el profesorado ya no actuará solamente como transmisor de conocimientos, sino que tendrá como principal misión guiar y acompañar al alumnado a través de su propio proceso de aprendizaje.
Esta mayor autosuficiencia de las y los estudiantes en el proceso de adquisición de conocimiento podrá también ir acompañada de una mayor personalización. Algunas tecnologías como la Inteligencia Artificial o el Machine Learning están permitiendo pasar de un modelo de estudios único a un aprendizaje personalizado y adaptado a las necesidades, ritmos y preferencias de cada persona.
La flexibilidad en el sistema educativo es y seguirá siendo clave en un futuro próximo, de manera que se puedan intercalar periodos de trabajo y formación (nuevos formatos más flexibles como online learning o la educación a la carta – unbundled education) para adaptarse a las necesidades cambiantes de la sociedad.
El Tecnológico de Monterrey ha desarrollado un nuevo modelo educativo flexible (Tec21) que tiene como objetivo ofrecer una formación integral y mejorar la competitividad de las y los estudiantes, potenciando diferentes habilidades para desarrollar las competencias específicas y transversales que les permitan convertirse en líderes que enfrenten los retos y oportunidades del siglo XXI. Esta flexibilidad se traduce en un modelo basado en trayectorias que ofrece la oportunidad de explorar, decidir y especializarse. A esta mayor flexibilidad en el proceso formativo, se le suma un nuevo enfoque de cambio en el rol del profesorado, orientado a acompañar al alumnado en su proceso formativo, incorporando nuevas metodologías y tecnologías que faciliten un proceso de aprendizaje más dinámico y participativo.
La Universidad como laboratorio de profesiones
La constante evolución tecnológica, la generación de datos e información y el auge de la digitalización están provocando cambios sustanciales en el tipo de perfiles y el talento que buscan las compañías, lo que provoca una brecha entre el mundo académico y la realidad de un mercado laboral cambiante.
En este contexto, la Universidad deberá renovar su formación y adaptarla a las nuevas necesidades de la empresa y de la sociedad. Entender la Universidad como laboratorio de nuevas profesiones permitirá avanzar hacia perfiles híbridos (purple squirrels), que reúnen una combinación de cualidades tan particular que hace que sean muy escasos y difíciles de encontrar. El incremento en la demanda de estos perfiles conlleva importantes desafíos para las instituciones educativas que buscan una oferta diferencial, que contemple la formación en conocimientos especializados junto con el desarrollo de competencias nucleares, competencias transversales y habilidades blandas (como colaborar o expresarse adecuadamente), cada vez más demandadas por las empresas1.
En los últimos años han surgido nuevos actores en la formación, como las denominadas universidades disruptivas, entre las que se encuentran Minerva (EEUU), Kaospilot (Dinamarca) o Hyper Island (Suecia). Alejándose de las formas de enseñanza más convencionales, su método consiste en un aprendizaje basado en la prueba-error y en la propia experiencia de la o el alumno, como constructor y principal responsable de su experiencia educativa. Asimismo, utilizan plataformas online y tecnologías que multiplican la interacción profesor-alumno, renuevan continuamente los contenidos que ofrecen y los proyectos con empresas reales y sustituyen los exámenes por la evaluación continua. Además, en los procesos de selección valoran en sus estudiantes competencias como la creatividad, la agilidad y el trabajo en equipo, cómo piensan, así como las expectativas que tienen y los valores por los que se guían.
Universidades abiertas y conectadas
En la era del conocimiento avanzado, la apertura a la colaboración y la generación de amplias conexiones, a nivel local e internacional, se consideran factores críticos de competitividad del sistema educativo. Las comunidades y redes de colaboración de las universidades son imprescindibles para favorecer la movilidad de estudiantes y del profesorado y potenciar la excelencia educativa, así como para impulsar la generación y transferencia de conocimiento.
Es previsible que el tránsito de personas siga estando restringido, al menos a corto-medio plazo, repercutiendo en la capacidad de atracción de estudiantes de distintas procedencias para el nuevo curso académico, así como en la posibilidad de desarrollar programas de estudio en el extranjero, e incluso en el desarrollo de experiencias prácticas en empresas. La cancelación de los programas BEINT y Global Training del Gobierno Vasco de este año es solo una pequeña muestra de ello.
Sin embargo, ahora más que nunca, va a ser necesario aunar esfuerzos y buscar fórmulas para acceder y complementar conocimientos y capacidades a nivel global, entre todos los agentes de ciencia, tecnología e innovación. Nadie duda de la necesidad de potenciar la investigación colaborativa en la lucha contra el COVID-19. A modo de ejemplo, la UPV-EHU, la fundación Ikerbasque, el centro Achucarro de investigación en neurociencia, la Fundación Biofisika Bizkaia y los Institutos Biocruces Bizkaia y Bioaraba han desarrollado, conjuntamente, un test para su detección. Una experiencia exitosa de cooperación a trasladar a otras realidades sectoriales para reforzar las actividades económicas que han visto lastrada su actividad en los últimos meses.
La colaboración con diversos agentes en otros ámbitos, más allá de la investigación, resulta clave para reforzar la oferta formativa online de las universidades en la denominada “nueva normalidad”. Con empresas (una realidad que ya se puso de manifiesto hace unos años con la alianza entre Arizona State University y Starbucks para la formación online de sus profesionales), con plataformas de cursos online (Coursera, Udemy, edx…) y con startups tecnológicas que están emergiendo en el sector educativo (Civitas Learning, dedicada al análisis de datos en instituciones de educación superior para la mejora del rendimiento de los estudiantes, o Fullbridge, que pone el foco en la corrección de la brecha de conocimientos y habilidades, entre otras muchas).
¿Qué pasará en el entorno universitario vasco a corto plazo?
Aún es pronto para afirmar con exactitud cómo se desarrollará la actividad universitaria el curso que viene, ante la incertidumbre de la evolución de la pandemia y el ritmo de cumplimiento de las diferentes fases del Plan de desescalada, aunque las universidades tratan de anticiparse y planificar posibles escenarios, impulsando medidas para garantizar la seguridad y el progreso de todos sus estudiantes.
¿Cuándo y cómo podrán estudiantes y profesores volver a las aulas? ¿Y los investigadores y doctores a sus laboratorios? ¿Cómo se formará a la ciudadanía del próximo siglo? ¿Se reducirán a futuro las clases presenciales y se intensificará la oferta formativa online en general? ¿Cómo se promoverá la experiencia universitaria de los alumnos con una formación a distancia? ¿Aumentará la demanda de las universidades a distancia que cuentan con más recorrido y experiencia en la formación online? ¿Será la Universidad capaz de transformarse y afrontar todos los cambios anteriores a tiempo? ¿Será necesario un mayor apoyo público para garantizar la sostenibilidad de nuestras universidades?…
A corto plazo, el desarrollo de planes de contingencia ante posibles rebrotes de la enfermedad y la implantación de medidas que garanticen el distanciamiento social y la higiene resultan clave. A futuro, las universidades deberán, como hasta ahora, seguir evolucionando y adaptándose al nuevo entorno y sus exigencias.
En concreto, el Sistema Universitario Vasco lleva tiempo reforzando su modelo educativo e innovando en nuevas titulaciones, formatos y formas de relación con el alumnado, incrementando considerablemente su oferta formativa y poniendo el foco en nuevas modalidades, como las dobles titulaciones internacionales u otras que tratan de dar respuesta a la mayor demanda de perfiles híbridos por parte de las organizaciones. Asimismo, están tratando de fortalecer otros elementos, como su enfoque al alumnado, la personalización o la cercanía a la empresa para garantizar que la formación que se ofrece sigue siendo relevante para satisfacer las necesidades de la industria. Pero, en la situación actual, parece necesario avanzar y acelerar este proceso de cambio y dar respuesta a los retos derivados de esta situación.
Cómo será mañana la Universidad es todavía una incógnita. Es probable que, en el entorno académico en general, y en la formación universitaria en particular, se produzca una nueva ola disruptiva propiciada por las nuevas TEICs. Como consecuencia, y como ya anticipaba hace años Clayton Christensen, el padre del concepto de la «innovación disruptiva», la mayoría de las universidades evolucionarán hacia modelos de enseñanza híbridos que combinen la oferta online proporcionada por plataformas expertas con cursos más especializados presenciales.
Lo que sí parece estar claro es que las universidades del siglo XXI, en una sociedad y una economía cada vez más basadas en el conocimiento, jugarán un papel estratégico en la competitividad futura de los países y en la construcción de una sociedad avanzada y de progreso.
1 Se estima que, a corto plazo, únicamente el 58% de las competencias core para el desempeño de un trabajo se mantendrán estables y que, por el contrario, el 42% de las habilidades necesarias para el mismo puesto de trabajo variarán. The Future of Jobs Report 2018 (World Economic Forum).
Artículo escrito por Olatz Campo, Mónica Bartolomé y Cristina Benguría, consultoras de B+I Strategy.
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