La bioeconomía circular representa un nuevo paradigma económico basado en un uso eficiente de los recursos, las tecnologías y los procesos biológicos, con el objetivo de proveer en forma sostenible los bienes y servicios que nuestras sociedades demandan. Euskadi quiere ser una de las regiones líderes en la transición hacia la bioeconomía circular en Europa, desde el convencimiento de que va a ser una estrategia imprescindible para mantener la competitividad y contribuir al crecimiento económico sostenible y al bienestar social.
Cada vez son más los indicios que apuntan que el modelo económico actual, basado en materias primas fósiles, no es sostenible a largo plazo. El constante consumo y crecimiento económico y el aumento demográfico previsto (estimado en un 30% a 20501) pronostican el agotamiento de recursos naturales y una importante crisis de residuos. Además, los efectos del cambio climático agravarán la pérdida de biodiversidad.
Estos factores hacen necesario avanzar hacia otros modelos de producción y consumo, basados en el uso eficiente y sostenible de los recursos y la tecnología y los procesos biológicos, en línea con las directrices marcadas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas o el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
La bioeconomía es uno de los modelos alternativos para lograr esa transición y responder a algunos de los desafíos globales del planeta. Es, por tanto, una necesidad para hacer frente a la imposibilidad de sostener el modelo actual, pero también es una oportunidad para crear valor económico mediante el desarrollo de nuevos procesos y modelos de negocio sostenibles.
¿Qué es la bioeconomía?
La Comisión Europea define la bioeconomía como la “producción de recursos biológicos renovables y la conversión de estos recursos y los flujos de residuos en productos con valor añadido, como alimentos, piensos, bio-productos o bio-energía”.
La bioeconomía abarca todos los sectores de producción primarios que utilizan y producen materias biológicas (agricultura, silvicultura, pesca y acuicultura), así como el conjunto de sectores económicos e industriales que utilizan materias y procesos biológicos.
Se trata, por consiguiente, de un concepto interdisciplinar, en la medida en que comprende recursos y procesos diversos, e intersectorial, dado que impacta en múltiples sectores de la economía. Un concepto ambicioso bajo el que están surgiendo ya nuevas formas de aprovechar los recursos, nuevas cadenas de valor, nuevos modelos de negocio y nuevos productos y servicios de valor añadido.
El uso de bioplásticos, por ejemplo, es ya una realidad en sectores como el embalaje industrial, la electrónica de consumo o la automoción. También se ha logrado generar fibra de carbono a partir de la lignina de la madera o producir nanocelulosa, material más fuerte y menos pesado que el acero, con infinidad de aplicaciones industriales, desde baterías, pantallas flexibles o fibras textiles de alta calidad. Diversos estudios pronostican incluso la llegada del automóvil 100% biótico, realizado a partir de materiales biológicos totalmente reciclables y que funcionará con biocombustibles.
Son solo algunos ejemplos que demuestran que el camino ya se ha iniciado. Sin embargo, quedan importantes barreras y retos tecnológicos para desarrollar biomateriales y bioproductos que igualen o superen las prestaciones de los productos fabricados hasta ahora con materiales fósiles y, sobre todo, que lo hagan de manera competitiva. Por ello, los expertos coinciden en que la transición hacia la bioeconomía solo puede tener éxito si va acompañada del desarrollo de innovaciones científicas y tecnológicas que permitan comprender y aprovechar el valor potencial de los recursos naturales y compatibilizar los objetivos de productividad y sostenibilidad.
Un último apunte relevante en relación al concepto de bioeconomía se refiere al “cómo”. No basta con generar nuevos productos basados en recursos biológicos, hay que hacerlo a través de procesos sostenibles desde el punto de vista económico, medioambiental y social. Ello implica replantearse la forma de abordar los procesos de producción, consumo, procesado, almacenamiento y reciclado de productos, para asegurar la eficiencia en el uso de los recursos, la sostenibilidad a lo largo de toda la cadena de valor y la diversidad de los ecosistemas.
En este sentido, el desarrollo de la bioeconomía debe estar necesariamente vinculado al concepto de economía circular, entendido como el espacio económico donde el valor de los productos, materiales y recursos se mantiene en la economía el mayor tiempo posible, y a la vez se minimiza la generación de residuos. Conectar la bioeconomía y la economía circular resulta crucial, ya que ambas se potencian y cobran más fuerza para alcanzar objetivos sociales, económicos y medioambientales. Así lo señala la Agencia Europea de Medio Ambiente, que en su informe “Circular Economy and Bioeconomy-Partners in Sustainability” recomienda la aplicación conjunta de estos dos conceptos dentro de un enfoque sistémico.
Un reto compartido en el ámbito internacional
La bioeconomía forma ya parte de las prioridades de la mayoría de países y regiones del mundo, incluso en países en vías de desarrollo, aunque con diversidad de enfoques en función de las características de los ecosistemas de cada región y de sus modelos socioeconómicos.
En el ámbito europeo, la Estrategia de bioeconomía de la UE forma parte de los esfuerzos de la Comisión para incentivar el empleo, el crecimiento y la inversión mediante la mejora e incremento del uso sostenible de los recursos renovables. Para ello, la Estrategia propone un plan de acción a tres niveles: ampliación y fortalecimiento de los sectores de base biológica, despliegue rápido de la bioeconomía local en toda Europa y protección del ecosistema y entendimiento de las limitaciones ecológicas de la bioeconomía.
En esa misma línea, la mayoría de los países y regiones europeos han definido estrategias para impulsar la bioeconomía y comparten muchas medidas orientadas a promover la innovación tecnológica, el crecimiento económico, la sostenibilidad ecológica y la eficiencia de los recursos, si bien exhiben una gran diversidad de objetivos y de medidas políticas específicas.
Finlandia, por ejemplo, es todo un ejemplo en la transición hacia una bioeconomía circular. El país nórdico mantiene una apuesta de largo plazo y muy ambiciosa por la bioeconomía y ha sido pionero en promover la “biologización” de distintos sectores. No es de extrañar que el 80% de las viviendas familiares del país se construya en madera o que hayan desarrollado un combustible diésel renovable con base vegetal que utilizan para propulsar el transporte público. También es reseñable el proceso de transformación de empresas papeleras finlandesas hacia biorrefinerías de última generación, capaces de producir nuevos bioproductos como trementina, bioelectricidad o fibras textiles.
La región de Baden-Württemberg en Alemania es otro ejemplo de éxito, basado en el aprovechamiento de las capacidades existentes en el territorio. La confluencia en la región de un sector agrícola y forestal fuerte y un tejido empresarial altamente innovador en sectores como la ingeniería mecánica, la industria química o la biotecnología, ha generado el caldo de cultivo perfecto para que esta región lidere varios proyectos de bioeconomía en Europa.
¿Qué potencial tiene la bioeconomía en Euskadi?
Euskadi quiere ser una de las regiones líderes en la transición hacia la bioeconomía circular, desde el convencimiento de que va a ser una estrategia imprescindible para mantener la competitividad y contribuir al crecimiento económico sostenible y al bienestar social.
En este escenario, la cadena de valor forestal y de la madera vasca está llamada a jugar un papel protagonista. Euskadi cuenta con fortalezas importantes, entre ellas, una extensa superficie forestal que alcanza un 55% de la superficie total del territorio, capacidades empresariales en los distintos eslabones de la cadena de valor de la madera, un potente tejido industrial potencialmente usuario de bioproductos y biomateriales y una sólida base científica y tecnológica.
Sin embargo, es necesario un esfuerzo compartido para aprovechar el potencial real de la bioeconomía forestal. Son varios los retos sobre los que trabajar, entre ellos:
- Sensibilizar, informar y formar a los distintos agentes económicos y sociales (empresas, administraciones públicas, agentes educativos, sociedad en general) sobre la importancia de evolucionar hacia modelos de producción y consumo más sostenibles y sobre el potencial de la bioeconomía para generar valor añadido y empleo para Euskadi.
- Generar conexiones entre los diferentes sectores y clústeres vascos, como mecanismo para favorecer el desarrollo de nuevos modelos de negocio. Las experiencias de éxito internacional han constatado que gran parte del valor añadido de la bioeconomía se encuentra, precisamente, en la interacción entre empresas de sectores diversos, tanto primarios como industriales, para explorar nuevas aplicaciones derivadas del aprovechamiento de los recursos biológicos.
- Apostar por la generación de conocimiento avanzado en las universidades y centros tecnológicos de Euskadi, en conexión con los centros de referencia europeos. Contamos con agentes científico-tecnológicos de primer nivel y el reto es enfocar la investigación hacia el desarrollo de soluciones con potencial de mercado y fomentar el acercamiento entre la ciencia y la industria para trasladar las oportunidades concretas que ya ofrece la tecnología.
- Asegurar la disponibilidad de materia prima de base biológica suficiente, constante y de calidad. Con ese fin, se requiere alcanzar un consenso social en torno a los diferentes posibles usos de los bosques, así como impulsar la competitividad y capacidad de innovación de las empresas del sector forestal.
- Promover un marco político y normativo que favorezca el desarrollo, certificación y comercialización de bioproductos y biomateriales, mediante la introducción de incentivos o compensaciones que favorezcan el uso de recursos renovables frente a materias fósiles.
Si queremos un futuro sostenible para las generaciones futuras, es indispensable un cambio de paradigma en nuestra economía y en nuestra sociedad, tanto en el consumo como en la producción. Afortunadamente la ciencia y la tecnología nos brindan alternativas hasta ahora impensables para evolucionar hacia un modelo de crecimiento inclusivo y sostenible.
Sin embargo, solo podremos conseguir el cambio si lo abordamos como una apuesta conjunta de país, desde lo público y lo privado. Tenemos por delante una gran oportunidad. ¿Vamos a dejarla escapar?
Escrito por Ana Avendaño, Socia de B+I Strategy y Ainara Ratón, Consultora de B+I Strategy
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